domingo, 1 de abril de 2007

LAS PALABRAS EN EL VIENTO


En el viento, las palabras suenan bien pero no se quedan… se trasmutan… se pierden... porque nadie las retiene… Te sientes incómodo porque no puedes hablar. Te vigilan no sólo desde afuera sino también desde tu propio abismo. El jefe nos había dicho que llegaba un turista con mucha plata, tremenda nave y bañado en oro. Siento la inutilidad de mi vida como si dentro de unas horas ya no seré un vivo más en este sitio de putrefacción y muerte sino una espesa niebla que se diluye en la oscuridad de los silencios. No cuentes lo que sabes ¡Ya entiendo! Las palabras se las lleva el viento. El cadáver te reclama cada noche su inocencia. Sin palabras. Pero el jefe dio la orden: ¡toma esta pistola, espéralo a las cinco, cuando salga del hotel, quítale el maletín, el oro y te vas por la orilla de la playa hasta que llegues al cementerio! –Así me dijo mientras aspiraba ese viento blanco que emana de casi todos los que me acompañan- Luego agregó: ¡Allí te espero! Dos días después, ¡Vaina! ¡Tremenda vaina!...Llegaste temprano. Esperaste al turista y lo amenazaste con tu arma prestada. ¡Alto! ¡Esto es un asalto! Los ojos exorbitados del hombre te miraron desde el más allá para recordarte sin palabras, que mañana podrías ser tú. Pero el jefe no te esperó. Allí estaban los dos uniformados corruptos de siempre en su jepp blanco para ocultarte. Ellos me escondieron algún tiempo para que la guardia no me encontrara. ¡Ah! Pero me quitaron el maletín y me ordenaron que huyera playa arriba. Se armaron con más de cincuenta millones. El resto de lo que fue esa mañana, tú lo sabes… Siempre playa arriba, bañado en sol y salitre. Mi amigo iba delante, asustado… jamás había visto un muerto. Te alcanzaron. En sueños veo al Ronco, inocente en su primer trabajo. Lleno de miedo porque sabía que lo lincharían si decía una sola palabra. También lo recuerdo sentado en su mecedora con dos balas en la frente. Un enfrentamiento, dijo la policía. El Ronco y yo sabemos que no fue así. Todo el barrio sabe lo que allí pasó. Nadie les cree. Todo volvió a la normalidad. El jefe levanta una fortaleza sobre la acera para que nadie llegue hasta él. El chino vende las armas. El fiscal se deja sobornar. Otros niños, menores que yo, inician su carrera por los bajos fondos en la fortaleza, mientras la mamá del Ronco vomita improperios contra la vida. Los uniformados van como siempre, todas las tardes al barrio a buscar su parte de carabela. A todos martillan por su silencio mientras que a ellos, los martilla la vida. Mañana, si es que te sucede, las palabras del otro serán verdades en la fiscalía, las tuyas, se las llevará el viento. No cambia la vida sólo con la intención. Tu vida será una palabra más, sin sentido en el viento, en este universo de engaños que se pudre en las cárceles de mi país. ¡El jefe me dijo que teníamos un negocio bueno! Pero Ronco mató al turista. ¡El no lo mató! Acompañé al Ronco y te aseguro que no lo mató. Era su primer trabajo. Iba cagao. No tenía bolas. Me llevaba algún tiempo en este negocio. Después de la muerte de Ronco caí preso. Allí no hubo enfrentamiento. Ellos lo mataron para que no hablara. Me dejaron vivo de vaina. Pero me amenazan a diario. Algún día, cuando salga de aquí -si es que salgo-, ya ellos habrán muerto mientras yo, acostumbrado a la vigilancia de los otros, intento escapar por esa rendija donde el sol cada mañana se asoma y me despierta para avisarme que sigo vivo… ese día, ¡escribiré un libro así de grande! ¡Carajo! Para ver si mis palabras no se las lleva el viento y entonces, todos sabrán que el Ronco era inocente…
Betina, 2006.

RITUAL

Veintiún siglos esperando este momento... pero no cabes en presente porque eres eterno y doloroso pasado. Pasado remoto de historia y de crimen que no pueden volver...El momento de salir y aspirar el aire de la callejuela que te conduciría finalmente a la casa, es ahora un siglo de sueños inconclusos donde vida y muerte visten trajes de luces para celebrar el festín gnóstico. Un templo de vírgenes espera el momento propicio para volver hasta él. Se levanta sobre la alucinada y espesa niebla de la noche... La casa está oscura. El silencio la inunda toda... El lugar ahora parece un empinadero olvidado que denuncia las ausencias en el tiempo... Aquí estás. Eres sombra que atraviesa el umbral. Ella no podía adivinar tu llegada al altar de siempre. Te hacía en otro sitio, pudriéndote como pobre animal indefenso. No hay miradas ya. Sólo silencios, vacíos y recuerdos detenidos en el aire. Desde un principio supe tu crimen. Me dijeron que corrías por Berruecos con el paquete de culpas sobre los hombros. Te vieron por última vez en aquella bodega donde hablaste de crimen. Todos parecían aspirar silenciosamente cada latigazo como un vía crucis traspasar sus almas. Nadie hablaba. Augusto Linares olía el viento seco y fétido que exhalaba cada una de las heridas. Reclinó la cabeza sobre la hamaca. Recuerdos que iban y venían arrastrando a su paso desperdicios de algún barco sumergido en alta mar. En la orilla, vahos y orinaderas escapaban del silencio, aves noctámbulas y osamentas que flotaban hasta detenerse en el terreno baldío donde siglos antes, se levantaban las sombras para cabalgar los sueños. En medio de una espantosa oscuridad por donde después del crimen, alguien jamás pasó, la sombra de un guerrero sollozaba de impotencia y dolor. Había comenzado el ritual ceremonioso donde enterrarían su vida pasada para luego, renacer desde las tinieblas. Augusto Linares tendría que pasar la prueba del camino, sembrada de ciénagas y sumergirse en el lodo sagrado que posiblemente, le traería de nuevo... Lo someterán al juicio y al castigo merecido. No platicará con alguien porque no estaría allí. Sus ojos mirarán al vacío y la soledad de su alma se acercará hasta el altar del dios fuego... Pondrás tus tributos a los pies de la esfinge y buscarás olvido y redención...Cada cuerda de la hamaca mecía los flecos de la vida que alguna vez fue de otra manera... Volvieron los espectros del silencio a galopar sobre las heridas de Augusto. La noche se hacía interminable hasta que al fin, una luz y el gorjeo de algún pájaro le hacían salir de su encierro...No te esperaban. Saliste del corredor y vio tu rostro perdido en otros tiempos. Desandabas recuerdos e historias. No has cambiado con los años. Tus ojos siguen grandes y muy negros allí donde los dejó alguna vez...Tenderás tus brazos hacia el dios, te arrodillarás ante él como si sintieras alegría al verlo y no te creerá... Rodearás su cintura con tus brazos de acero y entonces... preguntará por tus manos...No sabrás qué decir. Quizás, otra mentira... Habrás olvidado que alguna vez estuviste allí. Le dirás que estás ciego de vejez y que continúan en su lugar ofreciendo tributos a la luna. Que no las sientes. Tu cuerpo es ahora un monstruo insensible, frío y detenido en el espacio. Eres viento, sol y llamas que se abrazan sin rozarse. Me acerco al ataúd como si temiera que alguien me reconozca. Vivo después de todo, lleno de miedos. Pero nadie me mira. Nadie sabe de aquél crimen. Todos rezan, disculpando la tardanza y mirándote como si hubieras muerto. Te llevarán al cementerio y yo iré detrás. Allí te esperarán diminutos enemigos que disfrutarán cada estallido de tu cuerpo inerte... Con ellos, todos aquellos que fueron perseguidos, maltratados, hacinados, acusados y serenados... Jamás apareció mi nombre porque nadie me vio. No me lloraron como a los otros, ni enterraron como a los demás. .. Pero tú, con tu carita tan pintada y tus uñas tan blancas y tus ojos dormidos, irás en hombros de quién sabe quién hacia el lugar de siempre. Allí dirás que perdiste tus sueños sin alcanzar la divina perfección. Mentirás cuando digas que tomaste de las aguas del olvido y trates de evadirme como si jamás me hubieras conocido. Tendrás que irte con tus sueños a otras noches porque la sombra te persigue en los espantos. Te recuerdo corriendo con el pelo suelto por la orilla de la playa o sobre las hojas secas de la hacienda. Tu padre, un extraño hombre que huía de la autoridad por sus actos de guerrilla. Eso decían. Pero es que corrías como si huyeras de mi. Sobre las sombras de la tarde nos arrullamos bajo los gritos de pájaros y te entregaste a mis sueños hasta que el sol despertara. ¡Corre!, ¡corre que te llaman ahora desde otro lugar!. Es el negro Burguillos. Te busca y yo te oculto sobre las hojas de la palma muerta. Cernida sobre las ramas secas, la calurosa mañana se acercaba aprovechando el sopor de la sequía. Ahora se ofrecía con sus alas abiertas levantando los restos de secas heces en el polvo de los patios. Él aparece y se introduce en la hamaca. Burguillos continuaba la historia. Como por arte de magia, y sigilosamente, comienzan las torturas con alfileres de hastío. Linares sonreía y disfrutaba cada dolor ajeno como si fueran propios. Ya no lastimaban las purulentas heridas rodeadas de moscas. Se introducía en el sueño para recuperar las fuerzas perdidas. Hablaba para sí lentamente, llovizna de pesadillas sobre su techo de zinc. Augusto se escapó con los espectros de su alma para redimir los espantos de las sombras por el crimen cometido. Te asomas a las calles y corres. Quieres escapar por las grietas del invierno. Una angustia entreteje tus heridas. A lo lejos, un jinete cabalga sobre tus infortunios y una sombra de muerte te persigue en la sabana. Deseas sembrar esperanzas para comenzar de nuevo y recuerdas al héroe que murió en el camino. Ahora, sientes un olor a pólvora y a sangre. Son tus cruentas heridas que vacían sus olores a la noche. Te detienes en la historia de otros tiempos. Te sientes perdido y las horas se esfuman con la brisa para detener tu memoria en el camino. Una sombra te persigue. Se levanta el dedo inquisidor. Se reclama por el crimen perpetrado. Pero te sientes feliz. Nadie lo sabe y tu angustia es más grande porque te sabes un desconocido...Morirás en la hamaca nuevamente. Como si jamás hubieses existido. Te irás en un viaje sin vueltas y con la herida callada y las moscas huirán entonces, como si no te hubiesen conocido. Ya no importan las balas ni promesas escritas porque el hielo del tiempo detendrá tu oración. Y tú seguirás allí con la cara de soldado herido, perdido en el ocaso de un tiempo fugaz. Y vendrás nuevamente, vestido de marino. Caminarás por el puerto como hombre perdido. Pero no podrán ya acariciar tus dedos los lechos de arena, los riscos, los peces, y tus ojos extraviados, se cegarán con el viento. Y de otros tiempos, sin presente ni pasado y olvidos, volverás a nacer. Como si jamás, hubieras existido.

Cumaná, 1994

GRAZNIDO




Devolví los pasos transitados alguna vez por silentes aguas donde la huella del tiempo dejó de doler. Releí una y mil veces la historia escrita un día. Un día de esos en que el alma reclama su expresión en la pluma. Escuché en el aire las notas aisladas y repetidas de una canción agresiva. Venía acompañada en el verbo un placer infinito lleno de angustia, deliciosos movimientos circulares que poblaban el espacio. No era aquello precisamente un himno ni una tonada. Simplemente, un canto de muerte o la invitación a compartir el alimento descubierto. Inminente peligro le acechaba. Se rebelaba entonces, camino al sacrificio. Estaba obsesionada por lanzarla para alumbrar la hoguera que amenazaba apagarse. En las manos, el manuscrito temblaba. Vocalización de alerta para sus congéneres. Venía un depredador. Volvía a leer. La noche se fue con un solo pensamiento. El fuego escapó. La leña arde ahora en grises que hipnotizan. Releo para distraer el encanto. Otro capítulo. Ahora aparece elevando el vuelo. Extraña ave de historias no acabadas. Intenta controlar el territorio invadido. Puedo adivinar, sin mirar siquiera, luces en una gran ciudad, perdida entre aparatos siderales que se ahogan y navegan, espacio desconocido, eterno e indescriptible. Nadie baja hasta la cima y una sombra informe con ojales de brillo que no apagan, camina hacia la tierra apenas húmeda. Recordé con nostalgia su desaparecida descendencia. Otra obsesión. Alguna vez lo escuché. Era un crepitar de olas desnudas sobre un mar sereno y plateado. Lo escuché en la complejidad segmentada del vastísimo universo, donde el angustiado lenguaje del predador engaña al enemigo. El canto mancillado hacía vibrar las delicadas cuerdas del espanto. Los fantasmas del tiempo reclamaban fuego. Latía graznido y latía tormento y latía el llamado a la danza acostumbrada. Cambió la dirección del sol y cambió la danza. Aparecía ahora con maniobras circulares. Samadhí no estaba ahí para intentarlo de nuevo. Ahora, en vuelo vertical zigzagueante, se debatía entre la luz solar y la muerte. Se hizo noche imposible perdido en la oscuridad de sus ojos. No percibí el paso del tiempo ni la soledad del espacio. El nuevo rostro irradiaba miedo. Desde las alturas, un viento repentino se apoderó de las hojas muertas. Transcribía sigilosamente. Ahora, comenzaría a leer de nuevo otro sueño. Un sueño de biófagos. Cuando tiré los papeles con la yesca, fuego y dolor regresaron, jugaron a uno solo y se avivó la danza vertical hacia el ocaso.

¡VAMOS, ANÍMESE A LEERLA!

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