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jueves, 4 de agosto de 2011

A Florinda en invierno...De Poda (1934). Andrés Eloy Blanco

Al hombre mozo que te habló de amores
dijiste ayer, Florinda, que volviera,
porque en las manos te sobraban flores
para reírte de la Primavera.

Llegó el Otoño; cama y cobertores
te dio en su deshojar la enredadera
y vino el hombre que te habló de amores
y nuevamente le dijiste: —Espera.

Y ahora esperas tú, visión remota,
campiña gris, empalizada rota,
ya sin calor el póstumo retoño

que te dejó la enredadera trunca,
porque cuando el amor viene en Otoño,
si le dejamos ir no vuelve nunca.

viernes, 1 de junio de 2007

GUERRERO

Después de leerte, me fui al mar. Sin más pensamientos que aquellas palabras de poeta amado. Allí, donde una vez dejé de comer para pensarte, intenté atraerte desde mis regresos. A veces me sacude la duda de no saber si te envolverás entre mis olas tranquilas, serenadas de tu imagen. Otras veces, el sol enfría las alas del verano para alejarte hasta que, de nuevo en la presencia algo indica que aún sigues allí. No existe sentimiento que impida este constante devenir en tus palabras, tu mirada, tu pelo recién cortado. Tus manos asidas a las mías. Tus labios rozando apenas los labios que te nombran. En un vivir de angustias. En la pena de no saber qué piensas en este ingenuo ser que te sueña. Entonces, se apagan los olores de la duda. Entonces, te sentí venir desde la niebla, desde la profundidad de los mares, desde la mirada perdida. Y entonces, lamenté no encontrarte antes. Antes de esta vida enterrada entre libros y olas. La noche ofrece los más hermosos pensamientos. El mar, imagen viva de mis internos te llama. Los poetas solemos ser tormentosos. Por ello, busco sus aguas profundas para acallar las angustias que me embargan. Los deseos más amados. En este momento, escribo para ti como si existieses siempre. Al final, me invade la tristeza con sus garras ponzoñosas cuando se diluyen los deseos de la madrugada, como si en verdad te hubieras separado de mi cuerpo. A veces te siento desesperar desde las distancias. Escapo de tu vista para no perder este sentimiento hermoso que me invade toda. A veces, huyo de ti como el pequeño ciervo de su cazador y busco refugio en los más íntimos pensamientos del pasado. Pero, al no sentirte cerca, me ahoga la pena de no verte y decirte por ejemplo, ¡Te cortaste el pelo! No sé por cuánto tiempo durará esta alegría de saberte en mi poesía.