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jueves, 12 de noviembre de 2020

A VECES, SIENTO A DIOS


A veces, siento a Dios como una sombra. Expresándose en el dolor de los pueblos, inclinado sobre niños moribundos, de espalda a los ancianos. A veces, siento a Dios tan cerca. Caminando tristeza en la gente. Entre palabra y auxilio cavando dolor en hondos pensamientos. Y le reclamo. A veces, siento a Dios en mi como una sombra y lo miro al trasluz proyectarse. A veces tan irreverente. A veces tan indiferente frente al mundo. Y entonces, suelo olvidarlo. No merece, recuerdo, pensamiento, oración mis labios donde impotencia cada día crece. A veces pregunto por qué ni cómo a veces, suelo olvidarme de él en los reveses. Mundo, niños, hambre, desolación y muerte. Y un frío castiga sin clemencia niños pobres que bajo el puente crecen. A veces, siento a Dios como una sombra cuando calla y se sienta en la mesa de los ricos, en la iglesia podredumbre y sus riquezas. Al Dios sordo sin voz ni la voz de los heridos, de los que cerraron sus ojos, y de aquellos, que por cansancio se abandonan silentes a los pesares. A veces, castigo a Dios por no escuchar las reclamantes voces A veces, miro a Dios como una sombra, deambulando descalzo por los barrios. Carente de luz. Sombra y sol jamás se encuentran. A veces leo a Dios en una Biblia. Rezo. Para que no olvide al pueblo y sus promesas y por Cristo le exijo milagros para los niños que sufren con la guerra. Lo siento en mí como espectro entre espejismos y paisajes arrasados. Le retiro la palabra y me arrodillo hasta hacerme invisible de ocaso. A veces me le escurro cual ladrón por los jardines del reino y sus caminos. Lo obligo humildemente a que me atienda. Y entonces, de su boca, de su voz sólo se escucha “en la higuera se encuentran los caminos” A veces, siento a Dios tal como es. A veces llega a mi corazón como una voz estremecida. Aire suave. Cerca tan cerca que lo abrazo y le converso sobre el mundo y sus aciertos, los niños, los ancianos y los enfermos que cada día lo requieren. Corro tras él solicitante. Y lo escucho desde el alma adolorida. Es de todos ya lo sé. Pero no se queda junto a ellos. Sus rostros y su voz son las de Dios 
Betina, Junio, 2009