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martes, 17 de abril de 2007

DON QUIJOTE, CERVANTES Y EL QUIJOTE O LA FRUSTRACIÓN DE UN HOMBRE 400 AÑOS DESPUÉS

Sobre la obra de Cervantes El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, muy poco es lo que se enseña en nuestras cátedras de literatura. Los programas se centran en la famosa crítica a las novelas de caballerías, tan leídas para ese entonces; se insiste en el curioso contagio de estructuras o Sanchización del Quijote y Quijotización de Sancho. Otras veces, se induce al estudiante hacia la reflexión sobre si Don Quijote es un cuerdo loco o un loco cuerdo. Pero los tiempos han cambiado. Hoy, debería apoyarse al alumno para la lectura de la obra cervantina con propósitos formativos y recreativos. En cualquiera de los casos, la lectura puede permitir a los alumnos y alumnas, iniciar procesos de búsqueda y análisis de la información contenida en el texto para confrontarla con la realidad. Son muchas las correspondencias entre las situaciones planteadas por Cervantes en su famosa novela con el mundo actual. De esta manera, ellos podrían también develar aquellos fantasmas que luchan por sobrevivir 400 años después, como el hambre, el abuso de poder y la ignorancia entre otros, para comprender su presente.
Lo cierto es que el Cervantes, no fue un imitador sino una especie de investigador partícipe de toda una época que debía cambiar. Los resultados de su estudio, lo convierten en creador de la novela moderna, tal como define en sus novelas ejemplares “…soy el primero que ha novelado en lengua castellana; que las muchas que en ella andan impresas todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas: mi ingenio las engendró…” con la propuesta de un nuevo arte de narrar. En esta obra cuyo trasfondo expresa un sentimiento de frustración personal frente a lo que fue, lo que es y lo que hubiera querido ser como persona, crítica profundamente al sistema judicial y a las instituciones de la época. El contexto histórico donde se desenvuelven las acciones de “Don Quijote de la Mancha”, particularmente, es aquél donde transcurrió su vida, el mismo que el caballero de la Triste Figura intenta cambiar.
“Don Quijote” posee todos los indicios que permiten caracterizarla como una novela de tipo político y social, originada en los cimientos de su inconformidad como ser humano sensible, frente a una época, como señala Marabal (1948) “la obra está impregnada de un sentido reformador y el anhelo por una vida mejor” De esta correspondencia entre la obra y la historia española, también se desprende (Bataillón, 1950), una secreta lección de libertad y de humanismo. En la España agrícola, de la última década del siglo XVI y primera del XVII, los trabajadores de la tierra, permanecían acosados por los impuestos reales, eclesiásticos y nobiliarios, situación ésta que conducía a la población a una vida miserable. Los campesinos dependían de los usureros para cubrir sus necesidades, cumplir con los impuestos y no perder sus tierras. Al verse impedidos para ello, la mayoría terminaba sus días en la cárcel.
En este contexto, la iglesia y la nobleza tenían la mejor parte. Tanto así, que la situación representaba para ellos, un gran negocio. Se repartían glotonamente las tierras y propiedades del campesino, constituidas en mayorazgos y otros dominios señoriales, eclesiásticos o civiles, en buena parte ociosas. Frente a esta realidad del campo y los ociosos, las Cortes presentaron sus denuncias al Rey pero jamás fueron escuchadas. Este panorama y la experiencia personal de Cervantes, se convierten en su mejor fuente de inspiración y expresión de una profunda preocupación por la justicia como principio de equidad y como institución represiva. Evidencias de esta afirmación, las palabras que Cervantes coloca en boca de Sancho para criticar la mala costumbre de fundar mayorazgos: - Yo he oído decir que hay hombres en el mundo que toman en arrendamiento los estados de los señores, y les dan un tanto cada año, y ellos se tienen cuidado del gobierno, y el señor se está a pierna tendida, gozando de la renta que le dan, sin curarse de otra cosa
Frente a la indiferencia del rey ante las denuncias de los procuradores y las palabras de su escudero, Cervantes decide hacer de Sancho, un campesino ignorante, el gobernador de la Ínsula Barataria en la segunda parte de la novela. Además, al nombrarlo gobernador, le impone entre otros, los siguientes deberes: - …limpiar esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagabunda, holgazana y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa es en la república lo mesmo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen. Pienso favorecer a los labradores. También criticó otros aspectos de la época, tales como el desempleo, el alto costo de la vida y el hambre. La vida era tan difícil para ese entonces, que la gente moría “más de hambre que de peste”. El padre de Cervantes estuvo preso dos veces por solicitar dinero prestado y no poder saldar sus deudas. El mismo autor se vio impulsado por la necesidad a tomar dinero de las recaudaciones de impuestos mientras le llegaban sus quincenas y al no poderlo restituir, fue a la cárcel, donde inició el Quijote.
El pan escaseaba en los mercados y cuando se exponía a la vista del pueblo, su costo era tan alto que ni los trabajadores de las cortes podían obtenerlo. El desempleo y el hambre impulsaban a la gente para delinquir, tanto así, que muchos hombres preferían alistarse a la guerra por necesidad y no por gloria. En la segunda parte del Quijote, se afirma:“ A la guerra me lleva mi necesidad; si tuviera dineros, no fuera, en verdad!. Sancho también decide seguir con el loco Alonso Quijano porque: “…lo quiere la necesidad” y la falta de empleo”. Pero Cervantes no puede callar e intenta alertar al gobierno a través de sus personajes. En una carta enviada al gobernador Sancho panza, le hace la siguiente recomendación: - Para ganar la voluntad del pueblo que gobiernas, entre otras, has de hacer dos cosas: la una, ser bien criado con todos…; y la otra, procurar la abundancia de los mantenimientos, que no hay otra cosa que más fatigue el corazón de los pobres que el hambre y la carestía. Sancho como buen político, escuchó las recomendaciones de su señor e inmediatamente, ordenó la eliminación de los intermediarios en las negociaciones y reguló los precios del calzado por considerar que estos últimos, tenían mucho uso.
La novela tampoco se queda allí. En ella, Cervantes también aborda otros temas, relacionados con los problemas salariales y los derechos humanos. Después de una larga conversación con Don Quijote Sancho le dice: “A mi parecer, con dos reales más que vuesa merced añadiese cada mes, me tendría por bien pagado. Esto en cuanto al salario de mi trabajo” y cuando en la I parte del Quijote adelanta; “…se nos han de remunerar a cada cual según sus méritos.” Con este planteamiento, la novela abre paso por primera vez, a lo que Vilar (1964) denomina “la reivindicación económica en la literatura”. La actitud del autor frente a la vida, lo lleva a vaciar todas las cargas de frustración que acompañan sus reminiscencias personales, para dejar claro ante la mirada del mundo, un acontecer social, político y religioso ignominioso, donde abundan los seudónimos, porque las palabras del hombre culto y sensible frente a las injusticias, lo llevarían a la hoguera.
La Iglesia imponía la censura y mantenía una vigilancia permanente sobre a los intelectuales. Para no tentar a la inquisición y lograr sus propósitos, Cervantes acude al Ideal Caballeresco, cuyos principios, contemplados en las Siete Partidas, apuntaban al sometimiento a la autoridad del rey, representante de Dios en la tierra, al reconocimiento y defensa del estatus quo. Claro, para la Iglesia, la sociedad española, era perfecta y obra de Dios. Según este enfoque “cristianísimo”, el ser humano venía al mundo para cumplir con una misión y debían aceptar los designios de Dios en cuanto a su condición social y económica. Los que llegan pobres, deben morir con la esperanza de que en el otro mundo, lo tendrían todo, casi como en las obras de teatro. Cervantes no aceptó jamás esta teoría. Los escritores por su parte, estaban en la obligación de aceptar esta realidad y dedicarse sólo a distraer y deleitar al público a fin de mantener sus conciencias silentes porque quien actuara en sentido contrario, ofendía a Dios y era condenado por la Inquisición.
Frente a esta posición, Cervantes levanta su voz. No acepta la sumisión ni la resignación como disciplina de vida ni como imposición al escritor. Considera que el dogma católico es contrario a la justicia y a la equidad en este mundo. En esta actitud, según Olmos (1970), Cervantes niega la existencia de Dios como justicia distributiva. Cervantes exige al escritor inconforme, la obligación de clamar justicia para los otros y exaltar en sus obras, el respeto a la dignidad y los derechos humanos, adquiridos por el hecho de ser hombre, y los méritos contraídos en función de lo que aporta a la comunidad. En este sentido, afirma: “Es el fin y paradero de las letras humanas poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo: entender y hacer que las buenas leyes se guarden”. Tampoco acepta la predestinación divina como orden de vida. Su inconformidad con la iglesia, lo lleva a afirmar que “La santidad consiste en la caridad, la humildad, fe, obediencia y pobreza; pero con todo eso digo que ha de tener mucho de Dios el que viniere a contentarse con ser pobre”. Cervantes vivió y murió pobre. El oficio de escritor lo hizo rico después de su muerte.
Al tomar la realidad como motivo para su obra, Cervantes abre las puertas al sentido social y utilitario de la literatura. Señala reglas para el oficio de escritor: sacar a la luz la verdad a fin de llamar la atención de los gobernantes y concienciar al colectivo. El artista debe leer y leerse en la sociedad donde le corresponde vivir. Jamás debe, atentar contra la verdad histórica ni distraer al público de los problemas de la vida. Por estas razones, la familia de Alonso Quijano organiza su biblioteca y condena a la hoguera algunos libros de caballería perjudiciales para el pueblo porque –como dice la sobrina al barbero: “… bien merecen ser abrasados, como si fuesen herejes (…) todos ellos son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república”. Considera que el escritor es un maestro. El producto de su trabajo es el libro y su propósito, debe ser enseñar antes que deleitar porque éste, es imposible sin el primero. Considera al libro como la estrategia que le permite a quien escribe, orientar y ayudar al hombre para actuar sobre su realidad y transformarla.
Pero, para enseñar, señala el autor, todo maestro necesita convencer, razonar con ejemplos claros que sean entendidos por todos. No bastan las notas y los textos sagrados para alcanzar este propósito, porque: “a los moros no se les puede dar a entender el error de su secta con las acotaciones de la Santa Escritura, ni con razones que consistan en especulación del entendimiento, ni que vayan fundadas en artículos de fe, sino que les han de traer ejemplos palpables, fáciles, inteligibles, demostrativos, indubitables, con demostraciones matemáticas que no se pueden negar”. Y a manera de ejemplo, agrega: “Si de dos partes iguales quitamos partes iguales, las que quedan, también son iguales”. Preso en la cárcel de Sevilla, en 1606 concibe al Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, donde el héroe (Don Quijote) no es precisamente un caballero feudal al estilo feudal; es según Olmos (1970) “un caballero actual idealizado en el interior de una sociedad sin ideales, arbitraria, de una realidad detestable”, que representa una burla de los héroes de la literatura caballeresca, de los caballeros de su época y la sociedad feudal. La pelea de Don Quijote no es contra moros y judíos sino contra la injusticia y el mal funcionamiento de las instituciones.
La locura del héroe y la necedad de Sancho, son pretextos literarios para evadir la censura y dar rienda suelta a su frustración frente a un mundo que pudo haber sido mejor para él y para su pueblo. Don Quijote es la inconformidad de Cervantes frente a las visiones de mundo de la ortodoxia católica y una eterna denuncia contra la violencia en todas sus formas. En sus capítulos se evidencia el enfrentamiento del escritor con las instituciones de poder y sobre todo, frente a la inquisición, por ser la iglesia española el pilar fundamental del régimen feudal y el Santo Oficio, el instrumento de represión más eficaz de ese orden. En Alonso Quijano y Don quijote se concentran todos los antagonismos que se mueven en el mundo interno del ser humano, cuyas aspiraciones marchan hacia el encuentro con un estado social más justo, donde la imposición se convierta en voluntad, el egoísmo en caridad, al frente de hombres sanos de mente y cuerpo, para quienes la ley fuese su espada, las tierras su fuerza y la práctica de vida, su propia y personalísima voluntad. Si continuamos buscando razones y evidencias en El Quijote, nos sorprendería la presencia de muchos otros elementos que se mantienen allí como fantasmas, afectando al hombre, a la sociedad, a las instituciones y al poder como fenómenos nada nuevos en la historia del mundo actual.