jueves, 12 de noviembre de 2020

LA VIOLENCIA EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD



La violencia es una estrategia propia de la cultura de la dominación, en la cual se reproducen estructuras jerarquizadas donde un hombre o una mujer, ostenta el poder con una orientación intransigente, caracterizada por la agresión, amenaza u ofensa hacia los otros. Como fenómeno social es un problema de salud pública y de seguridad porque afecta la integridad física, psicológica y sexual de la familia y ciudadanos de una comunidad. 

Esta situación se inicia históricamente, con el origen de la familia, cuando el hombre tuvo que incorporarse al trabajo de la tierra y la mujer fue relegada al ámbito de lo privado donde permaneció oculta y cosificada durante siglos. En esta realidad comprometedora, probablemente están metidas las manos de la iglesia, la universidad o de cualquier otra institución del estado creada con fines de dominación. 

La violencia intrafamiliar como parte de la historia de los pueblos y su evolución cultural, se expresa en la literatura, como una evidencia de su paso por la vida. Muchos escritores latinoamericanos toman la realidad de sus países, de su vida y de su gente como fuente de inspiración para su creación literaria, que al final, se convierte en un retrato hablado de la evolución de su mundo, donde se mezclan los elementos maravillosos y los narrativos realistas. Tal es el caso de autores como Gabriel García Márquez, escritor colombiano, Premio Nóbel de Literatura en el año 1982 por la calidad de su narrativa, en la cual, de fluir lo fantástico y lo real para que se unan en una rica composición del mundo imaginario, con el propósito de mostrar la vida de un continente, su gente y sus conflictos. 

El fruto de todos sus esfuerzos literarios, se expresa en la novela Cien años de soledad, publicada en 1975. El tema de la obra es la historia de la familia Buendía, fundadora del pueblo de Macondo, sus tristezas, sus dolores, sus amores e ilusiones durante 100 años al final de los cuales, se acaba la estirpe junto con el pueblo, arrasados por un huracán. 

En la historia abundan los sucesos hiperbólicos dentro de una narración simultánea desde el punto de vista de diferentes personajes, a medida que se van traduciendo y leyendo los viejos manuscritos de Melquíades. 

En la historia del pueblo de Macondo como en la de familia Buendía, también se presenta la violencia intrafamiliar, entendida como: agresión, amenaza u ofensa que menoscaba la integridad física, psicológica, sexual o patrimonial, ejercida sobre una mujer, un hombre o la familia, por los cónyuges, concubinos, ex cónyuges, ex concubinos o personas que hayan cohabitado, ascendientes, descendientes y parientes colaterales, consanguíneos o afines. 
La violencia tiene mucho que ver con el papel de la mujer y el trato que ésta ha recibido por parte del marido, la familia y la sociedad. También con la posición que el hombre ha asumido frente a su historia. 

En el caso concreto de la novela que nos ocupa esta afirmación se evidencia en mujeres como Úrsula, quien se ve obligada a salir de su pueblo natal porque su marido había dado muerte a Prudencio Aguilar durante una pelea de gallos por su culpa y obligada a ceder ante los deseos del marido aún cuando el miedo la acose. 

La primera relación de Úrsula con su marido, fue una especie de violación, un forcejeo de horas: “Durante la noche, forcejeaban varias horas con una ansiosa violencia que ya parecía un sustituto del acto de amor, hasta que la intuición popular olfateó que algo regular estaba ocurriendo, y soltó el rumor de que Úrsula seguía virgen un año después de casada, porque su marido era impotente. José Arcadio Buendía fue el ultimó que conoció el rumor” (p.24). Este primer contacto respondió más bien al orgullo que al amor por parte de Aureliano Buendía, quien recordaba las palabras de Prudencio Aguilar: “A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer” (p.25)

En el acto mismo de esa noche, la violencia se escapa abiertamente, en la orden de mando y el trato que se da a la mujer: “…mientras se velaba el cadáver en la gallera, José Arcadio Buendía, entró en el dormitorio cuando su mujer se estaba poniendo el pantalón de castidad, blandiendo la lanza frente a ella, le ordenó quítate eso. 

 Úrsula no puso en duda la decisión de su marido. Tú serás responsable de lo que pase, murmuró. José Arcadio Buendía clavó la lanza en el piso de tierra. - Si has de parir iguanas, criaremos iguanas – dijo - . Pero no habrá mas muerto en este pueblo por culpa tuya” (p.25). Claro, en nuestra cultura, el Dios que creó al mundo es hombre y creó a la mujer de una de sus costillas. Esta situación pareciera “hacerla dependiente del marido”. La mujer es la culpable de todos los males de la tierra. 
Una vez, fundado el pueblo: “José Arcadio Buendía era una especie de patriarca juvenil, que daba instrucciones para la siembra y consejos para la crianza de niños y animales, y colaboraba con todos aún el trabajo físico, para la buena marcha de la comunidad” (p.14) 

Luego, se hizo indiferente frente a los hijos y la mujer: “Así fue siempre, ajeno a la existencia de sus hijos, en parte porque consideraba la infancia como un periodo de insuficiencia mental, y en parte porque siempre estaba demasiado absorto en sus propias especulaciones quiméricas” (p.20). Con frecuencia, Úrsula llamaba su atención: “Míralos como están abandonados a la buena de Dios, igual que los burros” (p.19). 

La violencia también se expresa en mujeres como Pilar Ternera, violada por un hombre casado al que siempre esperó y jamás llegó: “Se llamaba Pilar Ternera. Arrastrada por su familia para separarla del hombre que la violo a los 14 años y siguió amándola hasta los 22, que nunca se decidió a hacer pública la situación porque era un hombre ajeno”(p.30). Pilar “Había perdido el habito de la ternura, pero conservaba intacta la locura del corazón” (p.30). 

 En Santa Sofía de la Piedad, a quien pilar Ternera le pagó para que se acostara con su hijo sin éstas saber que ella era su madre y en consecuencia, también la deseaba: “Era virgen y tenía el nombre inverosímil de Santa Sofía de la Piedad. 

Pilar Ternera le había pagado 50 pesos, la mitad de sus ahorros de toda la vida, para que hiciera lo que estaba haciendo” (p.95). Los padres de Santa Sofía también habían aceptado dinero para vender a su hija: “Ella iba a la escuela a la hora de la siesta, con el consentimiento de sus padres, a quienes Pilar Ternera había pagado la otra mitad de sus ahorros.” (P.95).

Por otra parte, es importante acotar que la historia comenzó a escribirse con pluma masculina, pero la mujer siempre dominó al mundo desde un principio. Macondo fue creado por un hombre, pero Ursula tenía todo el poder sobre la casa, sus hijos y durante la guerra, sobre los soldados, a quienes apartaba para que la dejaran hablar con su hijo antes de que lo fusilaran. 

En las estructuras sociales estratificadas, se excluye a la mujer y se le condena a la absoluta sumisión y dependencia del hombre, atada a la función reproductora y a la crianza de los hijos, sin participación en otros asuntos que eran competencia sólo del marido, impuesto como jefe de familia para luego, entrar en un estado de indiferencia total hasta su muerte, atado a los pies del castaño del patio. Su vida transcurrió: “Habiendo abandonado por completo las obligaciones domesticas, permaneció noches enteras en el patio vigilando el curso de los astros” 

Siguiendo el curso de la historia, se observa que las mujeres son explotadas y sometidas a un sistema de vida insegura que las convertía en simple instrumento para la recolección al servicio del marido. Cuando los hombres hicieron alianza con otros de su familia para trabajar la tierra, la mujer se convirtió en un bien mueble para procrear y trabajar: Así, también “Úrsula y los niños se partían el espinazo en la huerta cuidando el plátano y la malanga, la yuca y el ñame, la auyama y la berenjena” y “Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de maderas construidos por ellos mismos estaba siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba, la ropas exhalaban un tibio olor de albahaca”. (p.15). También Santa Sofía de la Piedad es vendida por sus padres.

En el modelo patriarcal la mujer permanece cosificada y sumisa al hombre, es esclava, concubina, esposa y el hombre, su amo. Su vida y su conducta sexual eran restringidas. El hombre tenía derecho de propiedad sobre ella. De igual manera, José Arcadio Buendía tenía derecho sobre Úrsula, a quien manejaba a su atojo cuando le convenía convencerla según sus propósitos: en varias oportunidades, le arrebató sus ahorros para desarrollar sus proyectos de laboratorio: “Úrsula Iguarán, su mujer, que contaban con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio domestico, no consiguió disuadirlo” (p.10)

Al verse despojada de su patrimonio, “Úrsula lloro de consternación. Aquel dinero formaba parte de un cofre de monedas de oro que su padre había acumulado en toda una vida de privaciones, y que ella había enterrado debajo de la cama en espera de una buena ocasión para invertirlas. José Arcadio Buendía no trató siquiera de consolarla, entregado por entero a sus experimentos tácticos con la abnegación de un científico” (p.10). Posteriormente, la historia se repetía y entonces: “José Arcadio Buendía cortejo a Úrsula durante varias semanas para que le permitiera desenterrar sus monedas, coloniales y aumentar las tantas veces como era posible subdividir el azogue. Úrsula cedió, como ocurriría siempre” (p.13). 

Una vez que el marido conseguía lo que buscaba, su actitud volvía a ser la misma. Cuando no salía como quería, se volvía agresivo: “Ante la protesta de su mujer, alarmada por tan peligrosa inventiva, estuvo a punto de incendiar la casa.” (p.11). Pero Úrsula no permanecía callada y protestaba: 
En la novela, no siempre la violencia pasó en silencio. Úrsula también se levanta. Cuando Úrsula no podía contra los deseos del marido, buscaba apoyo en la comunidad: “Pero esta vez, Úrsula se anticipó a sus designios febriles. En una secreta en implacable labor de hormiguita predispuso a las mujeres de la aldea contra la veleidad de sus hombres, que ya empezaban a preparase para la mudanza” (p.18). Logró tener una influencia poderosa sobre las mujeres del pueblo: “Úrsula fue invencible a su clarividencia” (P.19).

También los hijos son abandonados a la suerte de los otros. De esta manera, encontramos a Amaranta, quien fue criada alejada del cariño de su madre, por una india. Compartió su niñez con Arcadio, hijo de José Arcadio y Pilar Ternera. De adulta, vivió amargada por el amor no correspondido de Pietro Crespi, quien eligió a su hermanastra, Rebeca. Nunca confió en nadie, y murió atormentada por el remordimiento y la pasión que sentía por su sobrino. Aureliano Babilonia, quien no conocía origen hasta el día de su muerte. 

También el adulterio, aparece como el único amor real, ausente de odios pero castigado por la naturaleza. En la novela el adulterio lo comete Amaranta Úrsula, esposa de un flamenco llamado Gastón. Amaranta Úrsula se hizo amante de Aureliano Babilonia. Después de haber bebido, Aureliano Babilonia hizo el amor con su tía Amaranta Úrsula mientras en la habitación de al lado, se encontraba Gastón, quien no se dio cuenta de nada. De esta relación nace el niño con cola de cerdo que fue devorado por las hormigas.

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