lunes, 14 de septiembre de 2020

DE REPENTE

 



  De repente, no sé por qué me encuentro pensando en ti bajo la lluvia sin que me asista seguridad de un sólo pensamiento tuyo. Los mismos que ensordecen mis sentidos. A veces tan puros, tan irreverentes, tan como son. En la infinita transitoriedad de esta efímera existencia, dejo escapar apenas alguna palabra breve y puro sentimiento. Pero aún siento el ahogo de su impermanencia. Somos apenas recuerdo y presencia, una excusa por estar cerca y no dejarnos ir. Y entonces, decido tomar mis ropajes para cubrirme en ti. 

  Selecciono de entre ellos aquel que al vestir mi cuerpo lo ilumine. Zapatos que me eleven hasta alcanzar tu estatura de roble. Y accesorios que me muestren más indígena. De repente, salgo vestida iluminada de lluvia bajo el sol araguato y camino hasta alcanzar tus tempestades. Atraerlas a mi pecho deseoso, y bañarme en ellas hasta el infinito. Hasta caer sin aliento. Si lo permites. Cabalgaré sobre tu cuerpo. Tomaré tu boca de guerrero ausente. Beberé de tus ignotos labios los soplos de vida que a mi aliento faltan. 

  Y en la augusta soledad de mis recuerdos haré de tu silencio mi alegría. Si lo permites, he de acompañarte desde mis angustias y deseos. Celebraremos juntos el venerado regreso de las noches en la playa. Intentemos emerger desde los azules, desde tus sentimientos se confundan con los míos. Si lo permites, Celebraré en esta entrega con festivos de renacientes amaneceres.   Tomaré tu cuerpo desde los orígenes. Navegaré impenetrables turbulencias hasta renacer juntos entre las cenizas. II Después de leerte, me fui al mar. 

Ir y venir de plateados arrebatos. Las olas acercaban la imagen rumorando las palabras del poeta amado. Allí, donde una vez dejé de comer para pensarte. Intenté atraerte desde mis regresos. Por eso. A veces, me sacude la duda. No sé si te envolverás en mis olas tranquilas, serenadas de tu aliento, tu imagen. Otras veces, sol enfría en las alas de verano y tú te alejas. Siento cubrirme en hielo con tu cuerpo. Penetro a ti como soplo de luz que augura presencias. Ausentes de orden y reclamos devienen versos, mirada, pelo recién cortado.

 Manos asidas. Labios rozando apenas esta palabra que te nombra. Pero siempre emerges desde las ausencias. Cuando oscurecen los mares, olores y olvido. Cuando acarician reflejos las oscuras aguas. Regresa duda. Me visto de invierno. Renaces de nieblas y estrellas. Luz fulgurante profundidad oceánica. Proyectando verde tu mirada me pierde. Y entonces, lamento no encontrarte siempre. 

Betina, 1999.