lunes, 26 de octubre de 2020





Mi fuente de felicidad, mi amargor, mi dolor en cada paso que avanzo hasta tu sombra, mi angustia sin motivos porque sé que no estás. Ése, mi llanto sin razón cuando te pienso, lo beso, en un intento por hacértelo llegar. Pero sigues allí, indiferente, mirando mi sombra como si la muerte me llevara hasta ti.

Desde octubre, el alma vive de vaguedades ocupado, como si fuese solo una palabra cargada de tanta humanidad desperdiciada. Octubre, debilita las hojas de imponentes árboles y se abraza a Draco para volar los cielos y detenerse en Venus. Octubre es el mismo que levanta los mares y estalla al Zar.

Se manifiesta silente y despacio ante nuestros ojos. Octubre es el recuerdo de aquél viejo cartero que anunciaba buenas nuevas y noticias indecorosamente tristes. Huye cada año con sus alas rotas hacia las vendimias. Sobre sus hombros de luna nueva, el morral del cazador furtivo, luna ucraniana, que no pudo salvar a tantos niños asustados que bajaron al abismo abrazados a su madre.

Algunas veces, octubre también marca ciclos de la vida que solo la memoria es capaz de retener. Y entonces, le permito que active su alegría.