lunes, 27 de enero de 2020

ENSEÑANZA DE LA LENGUA


Cualquiera podría decir que no necesariamente se requiere leer y escribir para ser libre y andar seguro por la vida. Resulta también fácil creer que sólo con afinar los sentidos visual y auditivo podría el hombre mantenerse informado sobre lo que sucede en el mundo con instrumentos altamente compensatorios y menos costosos que un buen libro, como la radio, Internet o la televisión. Pero, sin ánimos de criticar los aportes de la tecnología en las áreas de la información y la comunicación, cabría preguntarse ¿Realmente nos permiten ellos acceder a la cultura y al descubrimiento espontáneo? ¿Quién decide -en el caso de los medios de comunicación privados- los programas y la información que debes recibir? ¿Quién decide los programas de entretenimiento que verán los niños? ¿Con qué intención se ofrecen? ¿Somos realmente libres para seleccionar lo que deseamos?
Algunos pensarán que con la lectura sucede lo mismo. Dirán también, que igual sucede con la educación porque jamás participaron en la selección de los programas y lecturas escolares que realizan los niños en la escuela. Anteriormente, los programas, los libros y las lecturas eran impuestos por otros, que posiblemente tenían criterios diferentes a los nuestros. Antes, es verdad, no éramos libres para elegir la formación de nuestros hijos pero hoy, las comunidades tienen poder de decisión.
Siguiendo la lógica del tema que nos ocupa, debemos afirmar que entre una y otra situación existen grandes diferencias. Frente a los medios de comunicación, no tienes para dónde escoger; ellos te ofrecen sus programaciones y ya. Respecto a la educación, cabe recordar que la persona una vez iniciada y formada para emprender el camino de la lectura, comienza a ser libre, libre para decidir qué tipo de lecturas quieren realizar, cuál es la información que desean obtener y dónde encontrarla. Al final, podrá discernir libremente entre la lectura que le gusta y la que no le llama la atención. 
Lo cierto es que la dificultad tanto para obtener y procesar información como para comunicarse eficientemente a través de la lectura y la escritura, son situaciones que hacen al lenguaje un elemento para la discriminación y un instrumento de dominación social. Es clara la diferencia entre los que leen y los que no pueden o no quieren hacerlo. Al final, estos últimos, vivirán plegados a la decisión de los primeros y pueden ubicarse según Soriano entre:
a) Aquellos que nunca lograron dominar los mecanismos de lectura y utilizan la fatiga como excusa para no hacer el esfuerzo de leer en cualquier momento. Siempre están ocupados y su tiempo libre es limitado.
b) Los que dominan las técnicas de la lectura y sólo las emplean para la adquisición de conocimientos. Son las víctimas de la "oposición ficticia entre la lectura de información y la lectura de diversión e identificación".
c) Aquellos que podrían leer y sin embargo, renuncian a esta maravillosa experiencia porque el ritmo del trabajo es agotador y no les da la libertad de espíritu para leer los libros que quisieran leer.
d) Los lectores virtuales, es decir, aquellos que no leen porque no sienten satisfacción con los libros que se les recomiendan. Se niegan rotundamente a leer y piden a gritos libros de otro tipo, que aborden sólo aquellos temas que se relacionen con sus intereses como sucede por ejemplo, con los lectores de Best-Sellers. 
Por último, podrían mencionarse los que no leen porque "todo lo compran hecho". Son aquellos que no necesitan el libro para saber lo que pasa en el mundo, ni para divertirse. Todo se los ofrece el canal de su preferencia, tienen su cine y juegos de videos particulares. El libro para ellos es un adorno de biblioteca. 
La experiencia de la lectura es tan placentera, que jamás podría ser sustituida por la información que aportan los medios. Un buen libro nos conduce por diferentes caminos que sólo pueden ser transitados con la imaginación. En la práctica, esto se traduce en la posibilidad desarrollar competencias adecuadas para la construcción de nuevos saberes, la ampliación de nuestra visión de mundo y la formulación de nuestros proyectos de vida. Este es un proceso que debería iniciarse en el hogar y continuarse en la escuela y en la comunidad como una actividad normal, una actividad de rutina.
Pero muchas veces, somos nosotros (padres y docentes), quienes inconscientemente, contaminamos a nuestros hijos y alumnos con el virus del "aborrecimiento hacia la lectura y la escritura”. Queremos hacer de ellos lectores y escritores eficientes manipulando una situación que podría ser bien significativa. Dedicamos parte de nuestra vida y nuestro trabajo a hacerles la vida imposible con críticas, imposiciones o con expresiones tan cotidianas como (Rodari): 
- ¡Lee en lugar de mirar la TV.!
- ¡No pierdas el tiempo leyendo esas historietas absurdas!
- ¡Deja ese libro! Toma éste que es más interesante!
- ¡Los niños de hoy tienen demasiadas distracciones! Por eso es que leen tan poco.
- ¡Los jóvenes de hoy no leen, sólo juegan pool!
- ¡Cuándo vas a leer?
- ¡Anda, Lee de aquí hasta aquí!
- ¡Coge los libros de la escuela, en lugar de perder el tiempo en esas estupideces!
- ¡Mamá...Papá...Léeme un cuento!... ¿Otra vez?...¡Estoy cansada!.
- ¡Mamá... Cómprame ese cuento! ¡No…lo vas a romper!
A expresiones como éstas, podríamos agregar acciones como la propuesta por. Gianni Rodari, en su obra Nuevas maneras de enseñar al niño a odiar la lectura: “ Se toma a un muchacho, se toma un libro, se colocan los dos en una mesa y se prohíbe que el trío se divida antes de una determinada hora. Para garantizar el éxito de la operación, se anuncia al muchacho que al finalizar el tiempo estipulado deberá resumir en voz alta las páginas leídas..."
La lectura y la escritura no deberían pensarse como actividades para castigar sino como instrumentos para libera al ser humano, formarlo para la paz y para la intervención transformadora de su realidad “como constructor social”. Ellos son y han sido siempre una necesidad para sobrevivir ante la crisis que enfrentan los grupos sociales, signados por la amenaza -aún latente-, de la cultura mediática para la dominación, con la cual se pretende imponer un estilo de vida y un esquema de valores contrarios a su idiosincrasia.
Quien no lee, no escribe, tampoco podrá apropiarse del conocimiento sobre su realidad y en consecuencia, es presa fácil de dominación. La ignorancia no sólo restringe la libertad del hombre sino también, cercena su seguridad y lo cosifica. Saber leer ofrece la posibilidad de adquirir las competencias adecuadas para la construcción de nuevos saberes, conocer su realidad social y la oportunidad de encontrar espacios de entretenimiento válido para las horas de ocio.
Esta es una responsabilidad de la familia y la escuela, quienes tendrán que emprender juntos la ardua tarea de recuperar las armas perdidas para ganar la batalla a la ignorancia y al subdesarrollo. La familia es el punto inicial del proceso comunicativo y la orientadora nata de los procesos creativos iniciales del niño. Pero, al colocarlo en la escuela, delega toda responsabilidad al maestro sin sospechar siquiera, las transformaciones que dentro del aula pueden suscitarse.
En Venezuela particularmente, se plantea a la escuela y sus maestros una gran responsabilidad social, política y cultural, expresada en la Constitución de la República Bolivariana: la formación del nuevo republicano. En ese contexto, adquiere importancia la defensa de la lengua, la identidad y la soberanía nacional. Es aquí donde se ubica la tarea de la escuela como espacio para libertad y la defensa de la lengua como reafirmación de la identidad. 
En este sentido, la escuela proyecta desde los espacios de aprendizaje oportunidades para el desarrollar competencias comunicativas que se correspondan con las necesidades del estudiante, con énfasis en el cómo se aprende según la situación contextual, integrar el conocimiento formal e instrumental del lenguaje y asumir una postura cognitiva frente a ella. Al respecto, Lomas y Osorio (1993) señalan que la finalidad esencial de la enseñanza de la lengua es: desarrollar la competencia comunicativa de los estudiantes, entendida como el conjunto de procesos y conocimientos de diverso signo - lingüístico, sociolingüístico, estratégico y discursivo- que el hablante deberá poner en juego para producir o comprender discursos texto adecuados a la situación, al contexto de comunicación y al grado de formalización requeridos. Para desarrollar competencias comunicativas, el alumno tendrá que desarrollar otras capacidades como: reconocer los elementos característicos de la situación comunicativa y del contexto donde ésta se desarrolla; conocer, reconocer y ser capaz de utilizar registros y estilos diversos, que configuren tipologías específicas del discurso oral, escrito e iconográfico.

domingo, 29 de diciembre de 2019

CABALLO IMAGINANDO A DIOS -AUGUSTO MONTERROSO


“A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el caballo.
Todo el mundo sabe -continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete.”
FIN

ALMUERZOS -JULIO CORTÁZAR


En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
—¿Cómo cuántas? —vocifera el fama—. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
—Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho —explica el cronopio.
El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
—Vea, mi amigo, váyase al carajo.
Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.
FIN

ANÉCDOTA ANTIGUA ([MINICUENTO) -ANTON CHEJOV


En tiempos de antaño, en Inglaterra, los criminales condenados a la pena de muerte gozaban del derecho a vender en vida sus cadáveres a los anatomistas y los fisiólogos. El dinero recibido de esta forma ellos se lo daban a sus familias o se lo bebían. Uno de ellos, atrapado en un crimen horrible, llamó a su lugar a un científico médico y, tras negociar con este hasta el hartazgo, le vendió su propia persona por dos guineas. Pero, al recibir el dinero, de pronto se empezó a carcajear…
—¿De qué se ríe? —se asombró el médico.
—¡Usted me compró a mí como un hombre que debe ser colgado —dijo el criminal, riéndose a carcajadas—, pero yo lo timé a usted! ¡Yo voy a ser quemado! ¡Ja, ja!
FIN

LOS TRES COSMONAUTAS -UMBERTO ECO


Había una vez la Tierra. Y había una vez Marte. Estaban muy lejos el uno de la otra, en medio del cielo y alrededor había millones de planetas y de galaxias. Los hombres que habitaban en la Tierra querían llegar a marte y a los otros planetas: ¡pero estaban tan lejos! De todos modos, se pusieron a trabajar. Primero lanzaron satélites que giraban dos días alrededor de la Tierra y luego regresaban. Después lanzaron cohetes que daban vuelta alrededor de la Tierra, pero en vez de regresar, al final huían de la atracción terrestre y partían hacia el espacio infinito. En principio, en los cohetes pusieron perros: pero lo perros no sabían hablar, y a través de la radio transmitían solo "gua-gua". Y los hombres no podían entender que habían visto ni adónde habían llegado. Al final encontraron hombres valientes que quisieron ser cosmonautas. El cosmonauta se llamaba así porque partía para explorar el cosmos: es decir, el espacio infinito, con los planetas, las galaxias y todo lo que nos rodea. Los cosmonautas, al partir, ignoraban si podían regresar. Querían conquistar las estrellas para que un día todo pudiesen viajar de un planeta a otro, porque la Tierra se había vuelto demasiado estrecha y los hombres crecían de día en día. Un buen día partieron de la Tierra, desde tres puntos distintos tres cohetes. En el primero iba un norteamericano, que silbaba muy alegre un motivo de jazz. En el segundo iba un ruso, que cantaba con voz profunda "Volga-Volga". En el tercero iba un negro que sonreía feliz, con dientes muy blancos en su cara negra. En efecto, por aquellos tiempos los habitantes de África, que finalmente eran libres, se habían demostrado tan hábiles como los blancos para construir ciudades, máquina y naturalmente cosmonautas.
Los tres quería llegar primero a Marte para demostrar quién era el más valiente. El norteamericano, en efecto, no quería al ruso y el ruso no quería al norteamericano: y todo porque el norteamericano para decir buen día decía "how do you do" y el ruso decía "ZGPABCTBYUTGE". Por eso no se comprendían y se creían distintos. Los dos -además- no querían al negro porque tenía un color distinto. Por eso no se comprendían. Como los tres eran muy valientes, llegaron a Marte casi al mismo tiempo. Llego la noche. Había en torno de ellos un extraño silencio y la Tierra brillaba en el cielo como si fuera una estrella lejana. Los cosmonautas se sentían tristes y perdidos y el americano, en la oscuridad, llamó a la mamá. Dijo: "Mamie..." Y el ruso dijo: "Mama" y el negro dijo: "Mbamba" Pero enseguida comprendieron que estaban diciendo lo mismo y que tenían los mismos sentimientos. Fue así que se sonrieron, se acercaron, juntos encendieron un buen fueguito, y cada uno cantó canciones de su país. Entonces se armaron de coraje y mientras esperaban el amanecer, aprendieron a conocerse. Por fin se hizo d;ia: hacía mucho frío. y de repente de un grupito de árboles salió un marciano. ¡Era realmente horrible verlo!. Era todo verde, tenía dos antenas en lugar de las orejas, una trompa y seis brazos. Lo miró y dijo: ¡GRRRR!. En su idioma quería decir: "¡Mamita querida! ¿Quiénes son esos seres tan horribles?". Pero los terrestres no lo comprendían y creyeron que su grito era un ruido de guerra. Fue así como decidieron matarlo con sus desintegradores atómicos. Pero de pronto, en medio del enorme frío del amanecer, un pajarito marciano que evidentemente se había escapado del nido, cayó al suelo temblando de frío y de miedo. Piaba desesperado más o menos como un pájaro terrestre. Daba realmente pena. El norteamericano, el ruso y el negro lo miraron y no pudieron contener una lágrima de compasión.
En ese momento, sucedió algo muy extraño. También el marciano se acercó al pájarito, lo miró y dejó escapar dos hebras de humo de la trompa. Y los terrestres, de golpe, comprendieron que el marciano estaba llorando. A su modo, como lloran los marcianos. Después vieron que se inclinaba sobre el pajarito y lo alzaba entre sus seis brazos tratando de darle calor. El negro que en otros tiempos había sido perseguido porque tenía negra la piel y por eso mismo sabía cómo son las cosas, dijo a sus dos amigos terrestres: "¿Se dieron cuenta? Creíamos que este monstruo era distinto de nosotros pero también él ama a los animales sabe conmoverse. ¡ Tiene un corazón y sin duda un cerebro! ¿Creen todavía que hay que matarlo?" No era necesario hacerse semejante pregunta. Los terrestres ya habían aprendido la lección. Que dos personas sean distintas no significa que deben ser enemigas. Por lo tanto, se acercaron al marciano y le tendieron la mano. Y él, que tenía seis, les dio la mano a los tres a un mismo tiempo, mientras que con las que quedaban libres hacía gestos de saludo. Y señalando la Tierra, distante en el cielo, hizo entender que deseaba viajar allá, para conocer a los otros habitantes y estudiar junto con ellos la forma de fundar una gran república espacial en la que todos se amaran y estuvieran de acuerdo. Los terrestres dijeron que sí entusiasmados. Y para festejar el acontecimiento le ofrecieron un cigarrillo. El marciano, muy contento, se lo introdujo en la nariz y empezó a fumar. Pero ya los terrestres no se escandalizaban más. Habían comprendido que tanto en la Tierra como en los otros planetas, cada uno tiene sus propias costumbres, pero que sólo es cuestión de comprenderse los unos a los otros.

ALGO MUY GRAVE VA A SUCEDER EN ESTE PUEBLO -GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


Nota: En un congreso de escritores, al hablar sobre la diferencia entre contar un cuento o escribirlo, García Márquez contó lo que sigue, “Para que vean después cómo cambia cuando lo escriba”.
Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: -No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: -Te apuesto un peso a que no la haces. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta: -Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo. Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice: -Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto. -¿Y por qué es un tonto? -Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Entonces le dice su madre: -No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen. La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: -Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas. Entonces la vieja responde: -Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras. Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: -¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? -¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! (Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.) -Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. -Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor. -Sí, pero no tanto calor como ahora. Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: -Hay un pajarito en la plaza. Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito. -Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. -Sí, pero nunca a esta hora. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. -Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: -Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: -Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando: -Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.
FIN

BORGES, JORGE LUIS


ABEL Y CAÍN
Abel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminaban por el desierto y se reconocieron desde lejos, porque los dos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de la gente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba alguna estrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió que le fuera perdonado su crimen. Abel contestó: ___¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquí estamos juntos como antes. —Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar. Abel dijo despacio: —Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.
FIN