domingo, 1 de abril de 2007

RITUAL

Veintiún siglos esperando este momento... pero no cabes en presente porque eres eterno y doloroso pasado. Pasado remoto de historia y de crimen que no pueden volver...El momento de salir y aspirar el aire de la callejuela que te conduciría finalmente a la casa, es ahora un siglo de sueños inconclusos donde vida y muerte visten trajes de luces para celebrar el festín gnóstico. Un templo de vírgenes espera el momento propicio para volver hasta él. Se levanta sobre la alucinada y espesa niebla de la noche... La casa está oscura. El silencio la inunda toda... El lugar ahora parece un empinadero olvidado que denuncia las ausencias en el tiempo... Aquí estás. Eres sombra que atraviesa el umbral. Ella no podía adivinar tu llegada al altar de siempre. Te hacía en otro sitio, pudriéndote como pobre animal indefenso. No hay miradas ya. Sólo silencios, vacíos y recuerdos detenidos en el aire. Desde un principio supe tu crimen. Me dijeron que corrías por Berruecos con el paquete de culpas sobre los hombros. Te vieron por última vez en aquella bodega donde hablaste de crimen. Todos parecían aspirar silenciosamente cada latigazo como un vía crucis traspasar sus almas. Nadie hablaba. Augusto Linares olía el viento seco y fétido que exhalaba cada una de las heridas. Reclinó la cabeza sobre la hamaca. Recuerdos que iban y venían arrastrando a su paso desperdicios de algún barco sumergido en alta mar. En la orilla, vahos y orinaderas escapaban del silencio, aves noctámbulas y osamentas que flotaban hasta detenerse en el terreno baldío donde siglos antes, se levantaban las sombras para cabalgar los sueños. En medio de una espantosa oscuridad por donde después del crimen, alguien jamás pasó, la sombra de un guerrero sollozaba de impotencia y dolor. Había comenzado el ritual ceremonioso donde enterrarían su vida pasada para luego, renacer desde las tinieblas. Augusto Linares tendría que pasar la prueba del camino, sembrada de ciénagas y sumergirse en el lodo sagrado que posiblemente, le traería de nuevo... Lo someterán al juicio y al castigo merecido. No platicará con alguien porque no estaría allí. Sus ojos mirarán al vacío y la soledad de su alma se acercará hasta el altar del dios fuego... Pondrás tus tributos a los pies de la esfinge y buscarás olvido y redención...Cada cuerda de la hamaca mecía los flecos de la vida que alguna vez fue de otra manera... Volvieron los espectros del silencio a galopar sobre las heridas de Augusto. La noche se hacía interminable hasta que al fin, una luz y el gorjeo de algún pájaro le hacían salir de su encierro...No te esperaban. Saliste del corredor y vio tu rostro perdido en otros tiempos. Desandabas recuerdos e historias. No has cambiado con los años. Tus ojos siguen grandes y muy negros allí donde los dejó alguna vez...Tenderás tus brazos hacia el dios, te arrodillarás ante él como si sintieras alegría al verlo y no te creerá... Rodearás su cintura con tus brazos de acero y entonces... preguntará por tus manos...No sabrás qué decir. Quizás, otra mentira... Habrás olvidado que alguna vez estuviste allí. Le dirás que estás ciego de vejez y que continúan en su lugar ofreciendo tributos a la luna. Que no las sientes. Tu cuerpo es ahora un monstruo insensible, frío y detenido en el espacio. Eres viento, sol y llamas que se abrazan sin rozarse. Me acerco al ataúd como si temiera que alguien me reconozca. Vivo después de todo, lleno de miedos. Pero nadie me mira. Nadie sabe de aquél crimen. Todos rezan, disculpando la tardanza y mirándote como si hubieras muerto. Te llevarán al cementerio y yo iré detrás. Allí te esperarán diminutos enemigos que disfrutarán cada estallido de tu cuerpo inerte... Con ellos, todos aquellos que fueron perseguidos, maltratados, hacinados, acusados y serenados... Jamás apareció mi nombre porque nadie me vio. No me lloraron como a los otros, ni enterraron como a los demás. .. Pero tú, con tu carita tan pintada y tus uñas tan blancas y tus ojos dormidos, irás en hombros de quién sabe quién hacia el lugar de siempre. Allí dirás que perdiste tus sueños sin alcanzar la divina perfección. Mentirás cuando digas que tomaste de las aguas del olvido y trates de evadirme como si jamás me hubieras conocido. Tendrás que irte con tus sueños a otras noches porque la sombra te persigue en los espantos. Te recuerdo corriendo con el pelo suelto por la orilla de la playa o sobre las hojas secas de la hacienda. Tu padre, un extraño hombre que huía de la autoridad por sus actos de guerrilla. Eso decían. Pero es que corrías como si huyeras de mi. Sobre las sombras de la tarde nos arrullamos bajo los gritos de pájaros y te entregaste a mis sueños hasta que el sol despertara. ¡Corre!, ¡corre que te llaman ahora desde otro lugar!. Es el negro Burguillos. Te busca y yo te oculto sobre las hojas de la palma muerta. Cernida sobre las ramas secas, la calurosa mañana se acercaba aprovechando el sopor de la sequía. Ahora se ofrecía con sus alas abiertas levantando los restos de secas heces en el polvo de los patios. Él aparece y se introduce en la hamaca. Burguillos continuaba la historia. Como por arte de magia, y sigilosamente, comienzan las torturas con alfileres de hastío. Linares sonreía y disfrutaba cada dolor ajeno como si fueran propios. Ya no lastimaban las purulentas heridas rodeadas de moscas. Se introducía en el sueño para recuperar las fuerzas perdidas. Hablaba para sí lentamente, llovizna de pesadillas sobre su techo de zinc. Augusto se escapó con los espectros de su alma para redimir los espantos de las sombras por el crimen cometido. Te asomas a las calles y corres. Quieres escapar por las grietas del invierno. Una angustia entreteje tus heridas. A lo lejos, un jinete cabalga sobre tus infortunios y una sombra de muerte te persigue en la sabana. Deseas sembrar esperanzas para comenzar de nuevo y recuerdas al héroe que murió en el camino. Ahora, sientes un olor a pólvora y a sangre. Son tus cruentas heridas que vacían sus olores a la noche. Te detienes en la historia de otros tiempos. Te sientes perdido y las horas se esfuman con la brisa para detener tu memoria en el camino. Una sombra te persigue. Se levanta el dedo inquisidor. Se reclama por el crimen perpetrado. Pero te sientes feliz. Nadie lo sabe y tu angustia es más grande porque te sabes un desconocido...Morirás en la hamaca nuevamente. Como si jamás hubieses existido. Te irás en un viaje sin vueltas y con la herida callada y las moscas huirán entonces, como si no te hubiesen conocido. Ya no importan las balas ni promesas escritas porque el hielo del tiempo detendrá tu oración. Y tú seguirás allí con la cara de soldado herido, perdido en el ocaso de un tiempo fugaz. Y vendrás nuevamente, vestido de marino. Caminarás por el puerto como hombre perdido. Pero no podrán ya acariciar tus dedos los lechos de arena, los riscos, los peces, y tus ojos extraviados, se cegarán con el viento. Y de otros tiempos, sin presente ni pasado y olvidos, volverás a nacer. Como si jamás, hubieras existido.

Cumaná, 1994

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