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jueves, 12 de noviembre de 2020

LENGUAJE, LENGUA Y HABLA

Los procedimientos realizados por cualquier animal con el fin de comunicarse se denomina LENGUAJE. Esto incluye al ser humano, quien posee el lenguaje más sofisticado entre los animales. Sin embargo, existen escuelas lingüísticas que consideran al lenguaje como único del hombre. Lo importante, más allá de definiciones, es saber que hay importantes diferencias entre nuestro lenguaje y el de los demás animales. Estas diferencias que nos separan son: 
• Dos sistemas gramaticales: oral y gestual 
• Tiene un propósito. 
• El discurso puede hablar de otros tiempos: pasado, presente o futuro. 
 • Se transmite de generación en generación. 
• Separa el contenido y su forma. 
• El discurso hablado, es intercambiable con lo que se escucha 
• Advierte sucesos nuevos. 

La ontogenia y la filogenia se encargan del estudio del lenguaje. La ontogenia se ocupa de analizar el proceso por el cual el ser humano adquiere ese lenguaje, y la filogenia se encarga de estudiar la evolución histórica de una lengua. Existen unos requisitos mínimos que debemos cumplir para que se dé el lenguaje. Estos factores indispensables son de tipo fisiológico, gramatical y semántico: debemos tener los medios físicos para emitir sonidos o gesticulizar lo que queremos decir, necesitamos generar una estructura donde se ampare nuestro discurso, y tenemos que ser capaces de entenderlo. La lingüística es la ciencia encargada de estudiar el lenguaje. 

Sin embargo, para llegar a ser lo que es hoy, la lingüística pasó por dos momentos históricos bien diferenciables. Los griegos dieron el puntapié inicial con la gramática, estableciendo reglas y principios sobre lo que estaba bien y lo que estaba mal, organizando así el lenguaje. Luego, a fines del siglo XVIII, la filología hace su aporte a la lingüística, creando la lingüística histórica y, ya en el siglo XIX, la filología comparada. La lingüística histórica tiene como objetivo estudiar la evolución y cambio de las lenguas a través del tiempo. 

La filología comparada se ocupa cotejare distintas lenguas parientes, comparándolas entre sí. Puede verse claramente que en esta segunda etapa lingüística, a diferencia de la primera, se intenta analizar desde un punto de vista más flexible y algo subjetivo. Podemos distinguir las siguientes ramas de la lingüística: - Fonología: Estudio de las funciones distintivas de los sonidos del lenguaje. Fonética: Estudia la naturaleza de los sonidos. Ortografía: Estudia cómo escribir correctamente las palabras. Morfología: Estudia las palabras y sus accidentes. Sintaxis: Estudia la manera de ordenar adecuadamente las palabras, formando frases y oraciones. 

Semántica: Estudia el significado de las palabras y su evolución histórica. 

Lexicología: Estudia el origen, forma y significado de las palabras.- Lexicografía: Estudia cómo los signos forman palabras, con el fin de confeccionar El origen del lenguaje es uno de los enigmas que difícilmente resolveremos en un futuro cercano. 

Como pasa con la mayoría de los “orígenes de las cosas”, hay muchas teorías pero ninguna comprobada. A continuación mencionaremos las más importantes. Quizás no sea ninguna de estas, y probablemente hasta que no podamos viajar al pasado no tendremos una respuesta definitiva. Mejor, así usamos nuestra imaginación. La primera división en las hipótesis, está marcada por la creencia en teorías divinas o evolucionistas. 

La hipótesis divina del origen del lenguaje nos dice que Dios le otorgó al hombre la capacidad de dar nombre a todos los seres de este mundo (libro del Génesis). 

En cuanto a las evolucionistas, todas las hipótesis, pese a sutiles diferencias, concuerdan en que el habla apareció por la necesidad de comunicarse. Los impulsores de estas teorías dicen que es muy posible que el lenguaje haya aparecido en la era de Neandertal, y que con el Homo sapiens se haya desarrollado más vertiginosamente. 

Las diferencias entre los evolucionistas: 
- La teoría onomatopéyica afirma que el hombre comenzó a hablar imitando los sonidos de su alrededor, como los que producían los animales o los distintos elementos que estaban a su alcance. 

- Para los filósofos griegos, el origen residía en que las palabras o sonidos asignados, eran similares a lo que se quería representar, y entonces era algo “natural”.

 - La teoría de la repetición sugiere que el habla pudo haber estado en un principio estrechamente vinculado al esfuerzo físico. Es a día de hoy que cualquier actividad corporal que implica el uso de mucha energía nos hace emitir sonidos involuntariamente. 

Entonces, cuando se requería repetir tal esfuerzo físico, se cree que se comunicaban imitando el sonido que espontáneamente salía al hacerlo. Asimismo, existe el pensamiento de que hubo primera una única lengua y que todas las demás son sus derivados. 

Esta teoría la propuso el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz en el siglo XVIII, y se conoce como “monogénesis”. Mientras tanto, “poligénesis” es el nombre que recibe la teoría contraria a la de Leibniz. Tampoco hay respuesta aún a esta pregunta. Las diferencias entre lenguaje, lengua y habla son muy importantes a la hora de adentrarnos en el estudio del lenguaje y de la lingüística. Vamos a intentar dar unas definiciones básicas que nos permitan discernir unos conceptos de otros. Podemos entender el lenguaje como la capacidad de poder establecer comunicación mediante signos, ya sean orales o escritos. 

De esta manera, el lenguaje presenta muchísimas manifestaciones distintas en las diversas comunidades que existen en nuestro planeta. Estas manifestaciones son lo que conocemos por lenguas o idiomas, como el español, el inglés, el francés o el alemán. No sería correcto hablar, por tanto, de “lenguaje español” o de “lenguaje francés”. Es importante saber emplear los términos con la precisión que merecen. Por otro lado, la lengua es, como hemos dicho, un sistema de signos que los hablantes aprenden y retienen en su memoria. Es un código, un código que conoce cada hablante, y que utiliza cada vez que lo necesita (que suele ser muy a menudo). 

Este código es muy importante para el normal desarrollo de la comunicación entre las personas, pues el hecho de que todos los hablantes de una lengua lo conozcan es lo que hace que se puedan comunicar entre sí. Y, entonces ¿qué es el habla? Es la plasmación de lo anterior, la recreación de ese modelo que conoce toda la comunidad lingüística. 

Es un acto singular, por el cual una persona, de forma individual y voluntaria, cifra un mensaje concreto, eligiendo para ello el código, los signos y las reglas que necesita. Dicho de otra manera, es el acto por el cual el hablante, ya sea a través de la fonación (emisión de sonidos) o de la escritura, utiliza la lengua para establecer un acto de comunicación. 

Entre la lengua y el habla se establece una especie de estrato intermedio que los lingüistas entienden como norma. La norma es lo que nos impide emplear algunas formas lingüísticas que, ateniéndonos a la lógica de la lengua, podrían ser correctas. Ocurre cuando un niño dice andé, en lugar de anduve, de la misma manera que diría jugué, miré o canté. Este tipo de normas tiene origen histórico y, así consideradas, no constituyen ninguna irregularidad. 

La norma impone desvíos en determinados aspectos de la lengua que todos aceptamos, pero el hablante no tiene por qué conocerlos en un principio y por eso es tan común que, entre los que están aprendiendo, surjan este tipo de errores. 

La más trascendental aportación de Saussure –dejando a un lado la distinción tripartida entre “lenguaje, lengua y habla”, así como la distinción procedimental entre “sincronía y diacronía” - fue su concepción del lenguaje como un sistema de signos, concepción que dio lugar a la aparición del estructuralismo lingüístico contemporáneo. Entendemos por sistema un “conjunto de cosas que dependen unas de otras”, simplemente. 

La concepción tradicional del lenguaje era atomista, y pensaba que el número de signos del lenguaje estaba indefinidamente abierto: podían aparecer unos y desaparecer otros, sin que eso afectara a la lengua como tal. A lo sumo, y porque los mismos hechos imponían la evidencia, se describían como pequeños subsistemas las formas verbales, ciertas series de pronombres, como los personales, los posesivos y los demostrativos, bien organizados, con un número fijo de formas que no puede alterarse. 

Pero no se caía en la cuenta de que todas las zonas de la lengua estaban igualmente estructuradas en subsistemas que, juntos, constituían un sistema total. Y así, al llegar a hablar de los pronombres indefinidos, por ejemplo, las gramáticas enumeraban unas cuantas formas –algo, alguien, cualquiera, alguno…- y añadían un “etcétera”, como si se tratara de una clase abierta de palabras sin límites precisos. 

He aquí la genialidad de Saussure, que consistió en señalar que toda la lengua constituye un sistema –es decir, un conjunto de signos relacionados entre sí-, y que los signos son interdependientes. Presentó su idea de un modo intuitivo: los elementos lingüísticos mantienen un equilibrio parecido al que guardan las piezas del ajedrez en un momento de una partida –esto es, en una “sincronía”-. Si se cambia el lugar de una pieza, este equilibrio se altera y se pasa a un sistema totalmente diferente. 

Así pues, podemos enunciarlo de la siguiente manera: “cada movimiento diacrónico da origen a una sincronía nueva, en la que el conjunto de las piezas que componen el sistema mantienen un equilibro interdependiente, pero distinto del que guardaban en el estado anterior. La interrelación sistemática que existe entre todos los elementos de la lengua se produce por el hecho de que cada uno de ellos posee un valor que los opone a los demás signos. Así, por ejemplo, la calificación de notable sólo tiene sentido por su situación en el subsistema léxico de las calificaciones, que la agrupa entre aprobado y sobresaliente.

 El “valor” de cada signo no es, pues, algo que resida en sí mismo, sino en lo que lo opone a los demás, y así lo diferencia. El sistema lingüístico queda estructurado merced a las oposiciones que mantienen los signos entre sí. Cuando queremos analizar los elementos que intervienen en el acto comunicativo, solemos definir el código como el conjunto de signos y reglas de combinación que nos permiten construir nuestros mensajes. 

 Pero si hemos de comprender profundamente los entresijos de la comunicación, no podemos dejar de lado lo que la semiótica nos enseña. Y la semiótica, en efecto, se ha ocupado largamente de lidiar con estos problemas, de forma que si queremos buscar una definición de signo que nos sea útil, lo mejor que podemos hacer es acudir a ella. La semiótica define el signo como cualquier elemento portador de significado; tanto el olor a tierra mojada como una nube de humo, el ruido producido por una ambulancia con la sirena encendida, el grito de una persona al decir “fuego”, etcétera. 

Todo ello son signos que, por nuestro conocimiento tanto de la lengua como de los diferentes contextos comunicativos, somos capaces de entender. Podemos distinguir además entre tres tipos de signos, atendiendo a la relación que se establece entre el signo y su significado: El indicio es un tipo de signo que se base en el establecimiento de una relación natural de causa-efecto entre dos fenómenos determinados. Por ejemplo, ver una nube de humo o escuchar un coche de bomberos, nos inducen a pensar que se ha producido un incendio. La nube y el ruido son, pues, indicios de incendio. 

El icono en cambio se caracteriza por la relación de semejanza que establece entre el signo y la realidad que éste representa. Por ejemplo, el mapa de una ciudad es un icono porque reproduce, con mayor o menor precisión, la realidad que intenta representar. Lo mismo ocurriría con el retrato de una persona, o con el dibujo de un paisaje. El símbolo aparece cuando la relación entre el signo y la realidad representada es arbitraria, es decir, no existe una relación natural entre una cosa y la otra. 

De forma que si entendemos lo que con el símbolo quiere decirse es sólo porque existe un acuerdo, entre los miembros de una determinada comunidad, para entenderlo así. Las banderas de los países representan a los mismos solamente porque queremos que sea así, porque lo hemos acordado. Sabemos que una cruz roja sobre un edificio indica que allí se dispensan cuidados médicos, o que si en mitad de una batalla un contendiente saca a ondear la bandera blanca es porque quiere rendirse. Pero lo sabemos porque lo hemos aprendido; no porque esas imágenes porten esos significados de forma natural. Fonética y fonología no son, en realidad, términos sinónimos. 

La fonética se ocupa de la descripción física y fisiológica de los sonidos. Es una disciplina antigua, cuyas observaciones se han ido haciendo más precisas a medida que se desarrollaban las técnicas de registro sonoro y de medición. Pero los resultados obtenidos así, ¿en qué proporción iban a interesar a la lingüística? Podemos plantearlo con un ejemplo. Si se nos preguntare que cuántas clases de E hay en español, diríamos seguramente que una sola. 

Sin embargo, resulta clara que no es idéntica la E que pronunciamos en pera, que en la palabra perra; está ultima es bastante más abierta. Un fonetista puede hacer mediciones exactas de esa abertura en distintos hablantes, y llegar a la conclusión de que ambas clases de E son muy diversas. Y, sin embargo, a pesar del rigor que eso se puede afirmar, seguirá siendo inconmovible el hecho de que, en nuestra conciencia lingüística, hay sólo una E en español. 

Y esto es por una razón muy sencilla: ninguna palabra de nuestra idioma cambia su significado según la pronunciemos con E abierta o E cerrada. En cambio, por ejemplo, en francés, Blé pronunciado con E cerrada significa “trigo”, mientras con E abierta significa “trigos”. En ese idioma, entonces, la abertura de la vocal posee valor distintivo, mientras que, en español no. 

 La fonética tradicional acumulaba, pues, en sus descripciones multitud de datos irrelevantes para el lingüista. A este, según la enseñanza de Saussure, le importa sólo aquello que pertenece al sistema de la lengua. Y en la lengua española sólo hay una E, que se realiza en el habla con mayor o menor apertura de la boca. Esa E, cuya única imagen mental poseemos, es un fonema, tanto para pera, como para perra. En otro orden de cosas, la fonología se la rama de la lingüística que se ocupa de los fonemas. 

La fonética se interese en cambio por los sonidos. Los fonólogos del Círculo de Praga llegaron a la sorprendente conclusión de que los fonemas de una lengua forman un sistema, es decir, están tan perfectamente estructurados como las palabras o las formas gramaticales. Ni que decir tiene que tamaño descubrimiento vino a significar un acicate importantísimo para las teorías de Saussure, que se abrían así paso en un nuevo y vasto campo científico