miércoles, 29 de octubre de 2008

AGNES HELLER: LA JUSTICIA DINÁMICA, ASUNTO CLAVE PARA PENSAR LA SOCIEDAD

Resumen

La justicia se sustenta en valores distintos de ella misma porque la llamada vida buena es algo más que mera justicia. Así, todos los grupos humanos en su condición de humanos buscan la justicia, todos quieren el orden social y la garantía de los derechos donde la justicia responde a órdenes culturales que regulan los intereses de acuerdo a las normas y reglas establecidas para las relaciones sociales. En este artículo se presentan algunos elementos de la perspectiva filosófica de Agnes Heller acerca de la teoría de la justicia y sus formas de expresión. Esta teoría se asocia a la construcción social desde la responsabilidad consigo mismo y con el otro, la tolerancia, y los valores entre otros. A través de esta teoría, es posible comprender hoy la importancia de una justicia como proceso dinámico en el cual lo político y lo social contextualiza las normas y reglas. El trabajo enfatiza en la pertinencia de retomar el pensamiento de esta autora como referente para entender las prácticas sociales de justicia y para reconocer los contextos culturales y sociales que hoy construimos.


PRESENTACIÓN

La preocupación por la justicia remite a la construcción social asociada a la responsabilidad consigo mismo y con el otro, a la tolerancia, a los valores, a las normas y al sentido moral y político en las relaciones humanas. El tema de la justicia se ubica con referencia a la realidad en la que se desenvuelven los grupos humanos, de acuerdo con lo que significa conocer, practicar y prever un conjunto de normas y reglas, teniendo en cuenta, conductas internas y externas a los grupos (Heller 1995:12). En el marco de la justicia, la sociedad construye la noción de lo moral y de la ética. Desde Aristóteles la justicia se reconoce como el principio fundamental para la vida en sociedad porque expresa la forma en que se constituyen las relaciones sociales y los referentes que mueven la acción individual y colectiva “la justicia es algo social (…) es el orden de la sociedad cívica, y la virtud de la justicia consiste en la apreciación de lo justo” (Aristóteles, La política. Libro I).

El presente trabajo destaca algunos elementos de la perspectiva filosófica de Agnes Heller acerca de la teoría de la justicia y las formas de expresarse. A través de ellas es posible comprender hoy la importancia de una justicia como proceso dinámico en el cual lo político y lo social contextualiza las normas y reglas. Agnes Heller, nació en Budapest en 1929; es considerada la representante más destacada de esta escuela. Discípula y ayudante de Lukács de 1955 a 1958, razón por la cual fue expulsada con él de la misma universidad. Su critica al sistema soviético la llevó al exilio en 1958, marchó a Australia y luego a EE UU donde continuó su labor intelectual como catedrática en la escuela de Graduados de la New School for Social Researches. Sus publicaciones se cuentan en más de una treintena: Dos estudios sobre la vida cotidiana (1970), la Teoría de las necesidades en Marx (1974), Instinto, agresividad y carácter. Introducción a una antropología social marxista (1980), Teoría de la historia (1982), Eastern left, Western left (1986), Beyond Justice (1987), General Ethics (1988), Políticos de la postmodernidad (1989) y una revisión de la teoría de las necesidades (1996). En la obra el Péndulo de la Modernidad (1994) que escribió con Ferenc Feher hace una lectura de la era moderna después de la caída del comunismo y un llamado a la esperanza como concepto positivo.
En sus aportes sobre la teoría de la justicia, Heller enfatiza su carácter político y social lo que implica ir más allá del carácter normativo. La autora propone trascender de lo individual y personal de nuestras elecciones a la constitución intersubjetiva del mundo y plantea que el “sentido de justicia” formula la exigencia de que la humanidad sea el grupo (social) dominante. El sentido de justicia es sentido moral en su capacidad de discriminar entre “correcto e incorrecto”, cuando al menos un aspecto de la distinción incluye la discriminación entre bien y mal (Heller, 1995:165-170).

A lo largo de su obra se destacan las siguientes preguntas: ¿Qué determina la justicia?, ¿Existe alguna regla omnicomprensiva que regule todas las relaciones sociales?, ¿Qué sucede cuando no existe derecho moral?, Qué significa “tengo un derecho”? Y ¿quién me da la capacidad para tenerlo?. En su reflexión filosófica subraya que la identidad y la existencia de las comunidades humanas dependen de su memoria cultural. En el desarrollo de estos interrogantes, Heller muestra ser una observadora atenta del mundo actual, de los conflictos de intereses económicos, políticos y culturales; hace un amplio recorrido por los temas contemporáneos, la modernidad y describe la historia del Occidente contemporáneo como la combinación de tres lógicas superpuestas: capitalismo, industrialización y democracia (Heller 1989) La justicia se sustenta en valores distintos de ella misma porque la llamada vida buena es algo más que mera justicia. Así, todos los grupos humanos en su condición de humanos buscan la justicia, todos quieren el orden social y la garantía de los derechos. La justicia responde a órdenes culturales que regulan los intereses de acuerdo a las normas y reglas establecidas para las relaciones sociales. A continuación se abordan tres aspectos básicos del trabajo de Heller: 1) las formas de justicia y en ella las tipologías y 2) la virtud de la justicia.

Formas de justicia y las tipologías
La justicia se ha planteado como una virtud fría que requiere imparcialidad. Esto se cuestiona porque las normas y reglas que construyen los grupos humanos son de tipo diferente, porque nacer en una sociedad o grupo social cualquiera significa que sus miembros conocen y practican las normas y reglas que les rigen (Heller 1995:11) y estas funcionan en consonancia con las ideas de justicia que representan. La imparcialidad en nuestros juicios presupone parcialidad hacia nuestras normas y reglas. Ser justo es el resultado de la práctica. El hábito de ser justo se aprende. La imparcialidad no implica que no se puedan proseguir los propios intereses, que no pueda gustar a unos y desagradar a otros, no pueda ser apasionado, celoso, envidioso, no pueda tener un buen corazón. Simplemente significa aplicar las mismas normas y reglas de forma consistente independientemente del interés personal y de la participación emocional. La justicia o injusticia sólo pueden atribuirse a una acción que se realiza de acuerdo con ciertas normas y solo por ellas, donde ser justo es una virtud moral. La igualdad y desigualdad son factores constitutivos de la justicia y de la vida.

El surgir del mundo moderno se ha visto, de hecho, acompañado por la universalización de dos valores: la libertad y la vida, determinantes de la justicia. El valor de la libertad se ha universalizado hasta tal punto que se ha convertido en una idea valor1. Y la vida, es un valor que aunque no es universal hasta el mismo grado de la libertad, se ha convertido también en una idea valor de la modernidad occidental. 1 Por idea valor se entiende un valor cuyo opuesto no puede ser elegido como valor. La justicia se lee desde lo formal, que exige de las personas relaciones simétricas en condiciones neutrales e imparciales, mientras que la justicia dinámica tiene en cuenta la sociedad. En este sentido, las distintas formas de justicia pueden ser inherentes a la verdadera sustancia de un complejo institucional concreto (Heller 1995:39) y se expresan en las siguientes máximas que abarcan las ideas principales sobre la justicia que llevan a reflexionar su estatuto:

• a cada uno lo mismo
• a cada uno según sus méritos
• a cada uno según su categoría
• a cada uno según su rango
• a cada uno lo que le corresponde por pertenecer a un esencial concreto

De estos enunciados se colige que no todas las ideas sobre justicia pueden aplicarse a todas y cada una de las esferas o instituciones en el seno de una sociedad concreta.

Justicia estáticaLa primera forma de justicia analizada es la estática desde allí las normas son independientes de las formas sociales, no hay asimetrías entre los grupos en relación con la justicia, las normas obligan a todos por igual y por tanto se subraya esta forma de justicia en su condición impersonal e imparcial dentro del grupo y con los grupos que se relacionan con ellos (Heller 1995:27).

En el seno de cualquier grupo, las expectativas y acciones son simétricas: yo hago en relación a ti exactamente lo que espero que hagas en relación a mí, por la simple razón que se supone que ambos observamos exactamente las mismas normas y reglas. En realidad, aun cuando todos somos seres humanos singulares, compartimos ciertas propiedades esenciales con todos y cada uno de los demás seres. Las teorías de la justicia condicionadas por la idea de que la justicia debe explicarse en términos de dicotomía “igualdad-desigualdad” se apartan, por lo general, del dictum aristotélico de que ser justo consiste en tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales. Aristóteles no creyó nunca que dos personas fueran iguales entre si. De esto surge la pregunta ¿Qué significa en realidad que dos personas son iguales, o bien desiguales entre si? (Heller 1995:14).

Sin embargo, de acuerdo con Heller, Rousseau era claramente conciente de lo poco que tenían que ver estas propiedades compartidas con la igualdad o desigualdad social, a menos que estén creadas o al menos reforzadas por normas y reglas sociales. Si las mismas normas y reglas se aplican a una pluralidad de personas, denominamos iguales a los miembros de este grupo. La igualdad y desigualdad2 social como referentes de la justicia no son algo ontológicamente dado; se constituyen por la aplicación de diferentes conjuntos de normas y reglas. Inversamente, conjuntos diferentes de normas y reglas constituyen una desigualdad social sólo si se dan las siguientes condiciones: a) existe división estricta entre identidad de conocimientos, acciones y expectativas en el grupo interno, que se diferencia de los conocimientos y expectativas por parte del grupo externo; y b) la asimetría es constante (Heller 1995:35). Así la justicia estática puede caracterizarse como un universal humano empírico y esto significa que no puede existir ninguna sociedad sin este tipo de justicia.

Según Heller (1989: 199) igualdad y desigualdad son los valores constitutivos de la justicia. Los conflictos sociales contemplados desde la perspectiva de la justicia estática, se definen desde tres campos fundamentales: la aplicación, la extensión y las asimetrías entre los grupos (Heller 1995:27-29).

1) La aplicación de las normas y las reglas relativas a la posición social, donde la relación entre la probabilidad de la expectativa cumplida es variable y depende de varios factores que establecen un nexo causal relativo entre actos y consecuencias. El estado de la injusticia absoluta (total o parcial) es la cuna del odio, del resentimiento y, ocasionalmente, del conflicto social.
2) La extensión del grupo social al que se aplican ciertas normas y reglas. Los conflictos sociales pueden surgir por el intento de ampliar o reducir los grupos sociales. Las personas son consideradas iguales creando una agrupación por medio de la aplicación de un determinado conjunto de normas y reglas: o bien, las personas son consideradas desiguales aplicando diferentes normas o reglas a los miembros de otra agrupación.
3) La asimetría de los grupos internos y los grupos externos. Si se aplican diferentes conjuntos de normas y reglas a dos agrupaciones de personas de un mismo medio o mundo vital, y la asimetría de los miembros de ambas agrupaciones es constante, la relación de los miembros de ambas agrupaciones es socialmente desigual
En este marco la acción humana tiene como referente la justicia estática, pero se mueve en la justicia dinámica. Es por esto que emerge la pregunta acerca de lo que sucede si no rigen normas o reglas comunes en dos grupos sociales. Tal como lo señala la autora, las relaciones jerárquicas implican dos tipos de desigualdades: 1) Desigualdades producidas por la mera existencia de agrupaciones sociales inferiores y superiores a las que aplican diferentes conjuntos de normas y reglas y 2) las desigualdades producidas por el hecho de que los miembros de una agrupación social no pueden tratar a los miembros de una superior. Si tiene lugar 2, se da también necesariamente 1. Si tiene lugar 1, no necesariamente se da 2.

Justicia Dinámica
A diferencia de la justicia estática la justicia dinámica no es un universal empírico y tiene un lugar permanente en nuestras vidas. La justicia estática se distingue de la justicia dinámica en que en la primera las normas se dan por sentadas y, por implicación, aceptadas también como justas. La justicia dinámica considera que hay que aplicar las normas y pueden aplicarse normas diferentes a una situación dada. Aun cuando las personas sean justas, éstas no lo son en todas sus acciones, juicios y actos (Heller 1995:37). En el caso de los grupos humanos las relaciones entre el grupo interno y externo son asimétricas tanto en las expectativas como en las acciones: espero que tú hagas algo diferente de lo que hago yo, por la simple razón de que se supone que cumplimos diferentes normas y reglas o, al menos, unas normas y reglas diferentes, además de otras comunes (Heller 1995:37).

Este proceso se conoce como “socialización”, el conocimiento y la práctica de las normas y reglas equivale a dos diferentes conjuntos de conductas. Por una parte significa conocerlas, practicarlas y preverlas y por otra, significa conocer y prever, pero no practicar, el mismo conjunto de normas y reglas; en otras palabras, se trata de una conducta interna y de una conducta externa al grupo por la que se regulan las acciones.
En la sociedad, las normas y leyes pierden la cualidad de que se den por sentadas cuando empezamos a cuestionarlas y verificar su validez; es allí donde la concepción de la justicia es dinámica. El rechazo de ciertas normas y reglas no cumple en sí mismo el requisito de una justicia dinámica; las normas y reglas alternativas que, en nuestras mentes, son justas, deben también proponerse y verificarse. La fórmula de justicia dinámica es la siguiente: “esto no es usto, pero aquello sería, en cambio, justo”. (Heller 1995:).

La universalidad de una idea valor significa que debe extenderse a todas las personas de un grupo. De esta idea de justicia dinámica parecen derivarse unas cuantas consecuencias importantes. Las culturas humanas son diferentes, los estilos de vida son distintos: la misma norma que tal vez es justa en un país puede que sea injusta en otro que tiene cultura y tradiciones diferentes.

Justicia política y social: bases de la justicia dinámica

En el contexto de la justicia dinámica, justicia social y la política se constituyen en ejes fundamentales y la base de la justicia social es la justicia distributiva. El establecimiento de una serie de normas y reglas de justicia alternativas, exige la perfección de una forma existente de vida o exige cambios de esta forma de vida en otra dirección. Esto porque 1) cuanto más alternativas haya en los modos de vida, mejores oportunidades tendrán las personas de vivir una buena vida, 2) el modelo de Estado opulento, está acosado por una grave crisis y esto invita a cambios sociales, 3) una sociedad con proyección de futuro no puede tener ningún tipo de estabilidad sin ser dinámica y, por tanto, cambiante; puede sustentar su dinamismo sólo si hay nuevas utopías e irrealismos interpretados por los actores sociales.

La institucionalización de las normas nuevas (o más justas) no es, en si misma, suficiente porque su aplicación es también una condición previa de la justicia social3. Si las normas y las reglas se hallan atacadas desde el punto de vista de la libertad, las contestaciones sobre lo tipos de justicia son primordialmente políticas; si las normas y las reglas son tradicionalmente las aspiraciones de la justicia social se centran en la distribución y redistribución de la riqueza (Heller, 1989: 209)

¿Cuándo se hace uso de la concepción de la justicia dinámica?

• las normas y leyes pierden la cualidad de cuestionamiento
• Nos preguntamos por su validez
• rechazamos ciertas normas y reglas
• la observancia contradice a las normas y reglas
• Exigimos la perfección de una forma existente de vida

Atacadas desde un punto de vista de oportunidades de vida, esas contestaciones serán primordialmente sociales. La justicia social se encuentra, por tanto, relacionada con las condiciones de vida. Se da una estrecha relación entre la justicia social y la política. Las exigencias de justicia social tiene también una fuerte implicación política. Heller subraya en los aportes de Rawls(1995) a la teoría de la justicia, el concepto de igualdad de libertades, el cual tiene prioridad sobre cualquier otro tipo de justicia. La sociedad civil es el lugar de la acción social y el Estado es el lugar de la acción política. La justicia social, es decir la redistribución y la seguridad social han sido incorporados a la política del Estado. Estas posturas amplían la mirada sobre las condiciones de vida, y superan la visión tradicional (liberal) de la justicia social.

En este sentido, una mirada hacia atrás en la historia de la justicia dinámica desde un punto de vista moderno, permite detectar un rasgo común en cada conflicto concreto que se ha suscitado por exigencias de justicia. Al exigir la misma cantidad de libertad, proclaman una exigencia a la justicia política y al exigir la misma cantidad de oportunidades de vida, sus peticiones son exigencias de justicia social. La justicia vista desde lo político responde a un orden proyectado. Lo político esta sometido a normas morales que definen la bondad o no de las normas aplicadas a las acciones sociales.

Lo formal en la justicia y la justicia formal
El concepto formal de justicia supone un nivel de abstracción mayor que el de justicia formal. (Heller 1995:7). El concepto de justicia es la máxima de la justicia y el juicio que sobre ésta se tenga se formula sobre el merito y la excelencia en relación con el actuar, juzgar y distribuir sin incurrir nosotros mismos, una y otra vez, en la auto-contradicción. Hay dos formas diferentes de separarse del principio de actuar, juzgar y distribuir de acuerdo con la máxima de la justicia. Esto sucede, primero, si no se aplican las normas y reglas a los miembros del grupo social particular al que deben ser aplicadas y, en segundo lugar, si la aplicación de las normas y reglas que deberían aplicarse – y de hecho se aplican- es inconsistente y discontinua. El observar la máxima del primer modo plantea problemas teóricos más complejos que observarla del segundo modo, sobre todo cuando se trata de aplicar normas (Heller 1995:20).

La autora define el concepto formal de justicia como la aplicación consistente y continuada de las mismas normas y reglas a todos y cada uno de los miembros del grupo social al que se aplican dichas normas. La justicia se ha contemplado desde el punto de vista de la justicia estática. Los estudios de la justicia se refieren a menudo a la justicia formal. “Te hago a ti lo que espero que me hagas tú a mi”. Esta regla solo puede ser aplicada a las relaciones simétricas. La regla de oro puede orientarnos en todas nuestras acciones sólo si las relaciones humanas son simétricas, es decir, si nuestras interacciones tienen lugar entre sujetos socialmente iguales, aunque no iguales en méritos y excelencia.
El concepto formal de justicia plantea: a) que su definición abarca las propiedades comunes de todos los tipos de justicia b) no sólo hace abstracción de todo el contenido normativo, criterios y procedimientos de justicia, sino también de los tipos ideales (finitos), razonablemente construidos mediante diversas combinaciones de contenido, criterios y procedimientos. La justicia formal es por tanto una especie de justicia, su concepto supone un nivel de abstracción mucho mayor”.

Es de resaltar el avance de Heller al plantear la reflexión a la teoría de la justicia, por ello la expresión “más allá” alude a tres aspectos diferentes. En primer lugar, una metacrítica de las teorías tradicionales y modernas sobre la justicia. En segundo lugar, afirma que todos los alegatos a favor de la justicia están arraigados en otros valores distintos a ésta. En tercer lugar, pretende demostrar que aunque la justicia es la condición previa de la vida buena, la propia vida buena esta más allá de la justicia. El concepto de justicia formal implica un principio de acción de acuerdo con el cual los seres de una misma categoría esencial deben ser tratados del mismo modo, la aplicación de una regla a todos los miembros de una categoría esencial y la observación de una regla que establece la obligación de tratar de cierto modo a todas las personas que pertenecen a una determinada categoría.

En este sentido, se hace la diferencia entre regla y norma. Las reglas solo pueden ser observadas de una forma única y definida y son de diferente naturaleza en cuanto a su concreción y abstracción. Las normas concretas son similares a las reglas, pero no las normas abstractas; estas últimas nos conducen a actuar siempre de cierto modo, mientras que las normas concretas nos dicen cómo actuar en determinadas situaciones. En esta reflexión se tienen tres conclusiones:

1. Un procedimiento solo puede considerarse justo o injusto si se aplica el concepto formal de justicia. No existe una justicia específica procedimental en contraste con el concepto formal de justicia.
2. La aplicación de las mismas normas y reglas a todos y cada uno de los miembros de un grupo al que se aplican las normas y reglas en cuestión, junto con la consistencia en su aplicación, constituye un imperativo moral, incluso si las propias normas y reglas no son de naturaleza moral.
3. Las normas y reglas que constituyen un grupo social pueden ser declaradas injustas, o el propio procedimiento puede ser considerado injusto, incluso si se aplican consistentemente las normas y reglas en cuestión a todos y cada uno de los miembros del grupo social.

En la conexión del concepto formal de justicia pueden plantearse varios conflictos sociales, en la relación jerárquica de los grupos sociales. La obtención de ciertos derechos no cambia en absoluto las normas y las reglas. Pero cambia la relación entre los miembros de los grupos superiores e inferiores, pues los miembros de estos grupos inferiores pueden cometer en cierta medida justicia o injusticia en relación con los miembros del grupo superior. El sistema de normas y reglas está legitimado por la sociedad; los miembros de esta serán por término medio más justos que injustos. La injusticia es la excepción y la justicia la norma. Las personas no son justas en general, sino que básicamente son justas en todas las áreas en las que su interés personal, pasión, agrado, desagrado y tendencias no le hacen actuar de otro modo.

La virtud de la justicia

La máxima virtud de las personas es generar justicia. Esta a su vez se constituye en el referente fundamental para la vida social. En ese sentido como lo plantea Aristóteles: Así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así también, apartado de la ley y la justicia, es el peor de todos. Heller plantea que ser justo significa observar las normas y reglas y aplicarlas de forma congruente. Se puede ser injusto de dos maneras: Primero, se pueden aplicar normas y reglas a los miembros de un grupo social diferentes a las que habrían de aplicárseles. Si esto sucede, normalmente quien lo hace será considerado injusto por los miembros del grupo, aun cuando estas normas se hayan aplicado congruentemente a todos y cada uno de los miembros del grupo. En segundo lugar, se pueden aplicar de forma incongruente y discontinua las normas pertinentes.

Hay dos tipos de incongruencia. En primer lugar, inconsistencia en comparar y clasificar a las personas, en aplicar normas y reglas a unas y no a otras ( la excepción podría ser una persona), siendo más severo con algunas, más indulgente con otras. Una inconsistencia de este tipo se atribuye normalmente a motivaciones personales, como el agrado y desagrado, un interés encubierto, pasiones, etc. En segundo lugar, se puede ser consistente en las acciones al comparar un grupo con otro. Los juicios formulados sobre el mérito y la excelencia pueden ser considerados actos de distribución. Elogiar o criticar significa distribuir honor y vergüenza. Si estos actos de habla van seguidos de acciones directas, lo que se distribuye es el castigo o la recompensa. Esto suele suceder por medio de la distribución o redistribución de posiciones sociales o bienes materiales.

Una práctica justa exige sabiduría práctica. Para realizar un juicio correcto, para actuar correctamente o distribuir con justicia, deben conocerse los hechos, las circunstancias y las personas. El conocimiento es un requisito previo para la aplicación de las normas y las reglas. ¿existe algo semejante a una idea de justicia omnicomprensiva que regule todas las relaciones sociales? No, dice la autora. Ninguna idea de justicia puede ser exclusiva y las diversas ideas no son de hecho totalmente irreconciliables, si bien al mismo tiempo ciertas ideas son efectivamente irreconciliables con otras.

A manera de conclusión

La justicia es un referente social que incluye no solo normas y reglas sociales sino también prácticas de acuerdo a la cultura de dicha sociedad. Con el concepto de justicia se ponen en juego principios como la libertad y la vida, pilares de la construcción de humanidad y la socialidad. Así mismo, se relativiza el sentido de las normas y las reglas como absolutos que definen la vida social. La humanidad se compone de diversas culturas y diversas historias que dan sentido a la justicia como proceso dinámico.

La justicia es un tema sobre el cual la sociedad debe mantener permanente reflexión. De acuerdo con Aristóteles por ser el principio máximo sobre el cual se construyen los otros pilares de la sociedad. En la obra de Heller, el tema de la justicia es relevante, por los continuos filosóficos en la obra de la autora, la cual se caracteriza por su sutileza analítica y su pluralidad argumentativa. Su visión crítica evidencia la dificultad de comprender la justicia en el sentido de la práctica social en nuestra sociedad y a la vez la dificultad para teorizarla.

La justicia como concepto es ampliado por Heller al considerar diferentes ángulos para su abordaje. La idea de “a cada cual lo mismo” y “a cada cual según su excelencia” son las ideas de la justicia universal. “A cada cual según su rango” es una idea general de justicia que está vigente en la sociedad jerárquica. “La idea de a cada cual según su título legal” no es ni una idea universal ni general, esta idea solo puede concebirse como una idea restrictiva aplicada a la justicia distributiva, y basada en la propiedad. La autora propone como idea de justicia “a cada cual lo que se le debe en virtud de ser miembro de un grupo social o de una categoría esencial”

En Heller, la universalidad de la justicia acompañada de imparcialidad son puntos de referencia que en la práctica son superados al reconocer matices en la justicia asociados al componente moral que define criterios de distribución y de equidad que van allá de lo normativo, producto de las elecciones individuales y colectivas. La propuesta de justicia y la argumentación de la autora deben ser abordadas desde grupos específicos no totalizantes. Este es un punto importante para entender las prácticas sociales y políticas de la justicia y para reconocer los contextos culturales y sociales que median frente a las propuestas de poder totalitario como el comunismo y el capitalismo.

Otro aspecto que muestra la trascendencia de la reflexión en Más allá de la justicia es el principio de a cada uno según su necesidad. Dado que todas las personas son únicas, no pueden ser igualadas; y por lo tanto, la satisfacción de todas las necesidades de todas las personas no puede basarse en la comparación o la clasificación. Las normas y reglas de un grupo pueden en si mismas estar formadas y guiadas por diversas ideas de justicia.
Además, en el texto se evidencia la tensión entre la categoría abstracta de justicia y lo concreto de la misma. De este planteamiento surge la inquietud sobre las acciones de los grupos para reclamar la justicia. Esta se vuelve un ideal, una esperanza como progenitora de muchas certezas sobre libertad y vida, es por eso que la esperanza de la justicia debe ser nuestro motor para la construcción de posibilidades nuevas.

lunes, 4 de agosto de 2008

La complejidad de la ética

Luis M. Sáenz

La complejidad de la ética

Reseña publicada en Iniciativa Socialista 76, verano 2005

La méthode 6: Éthique, Edgar Morin, Seuil, Paris, 2004

Edgar Morin completa El Método con la aparición de su sexto volumen: Éthique. En cierta forma, el más importante, aunque impensable sin los cinco volúmenes anteriores (editados en España por Cátedra) y sin otras de sus obras esenciales, como Terre-Patrie. No puede decirse que sorprenda a quienes hayan seguido la obra de Morin, pues en gran medida ya podían haberse hecho una idea bastante clara de la concepción ética de Morin... y, sin embargo, representa algo nuevo y necesario expresado con gran sencillez. De hecho, me parece uno de los libros más importantes para este comienzo de siglo. Más que reseñarle, pretendo reflexionar en torno a él, invitando a que otras y otros también lo hagan y lleguen a sus propias conclusiones.

Morin no es un “moralista”, un predicador de normas y de “buenas costumbres”. No nos presenta una lista de cosas que deben hacerse y otra de cosas prohibidas. El seguimiento de morales normativas puede llegar a resultar humanamente muy doloroso y destructivo en ciertas circunstancias, pero intelectualmente y éticamente resulta una “vía fácil”, en la que desaparece el cuestionamiento de lo que hacemos y la perplejidad ante lo real. En Morin, la ética “No es una norma arrogante ni un evangelio melodioso. Es el hacer frente a la dificultad de pensar y de vivir” [p. 224].
Poco antes, encuentro un párrafo que, en gran medida, concentra gran parte de lo que en este libro se dice: “La ética es compleja porque es de naturaleza dialógica y debe afrontar con frecuencia la ambigüedad y la contradicción. Es compleja porque está expuesta a la incertidumbre del resultado y comporta opción y estrategia. Es compleja porque carece de fundamento aunque sí sea posible reencontrar sus fuentes. Es compleja porque no impone una visión maniquea del mundo y renuncia a la venganza punitiva” [p. 223].
Querría llamar la atención, en primer lugar, sobre la introducción de la estrategia en el corazón mismo de la ética. Sin estrategia, no hay auto-ética. Dicho así, fuera del contexto general, podría pensarse que se está hablando de una ética meramente utilitarista, o de una subordinación de los medios a los fines. Nada más alejado del pensamiento de Morin. La estrategia resulta imprescindible tanto a la hora de la toma de decisiones como para el control sobre las consecuencias de nuestros actos. Una ética sin estrategia se reduciría a un brutal “hágase (mi) justicia y húndase el mundo a mi alrededor”.
Si la ética toma cuerpo a través de estrategias y opciones, se debe, en primer lugar, a la necesidad de afrontar la contradicción, una contradicción que no es dialéctica, sino dialógica. Eso quiere decir que estamos hablando de contradicciones que no se superan y suprimen en una unidad superior, de antagonismos complementarios que se mantienen y dan lugar a la complejidad de lo real. En este caso, a la complejidad ética. Enfrentados, por ejemplo, a un abanico de posibilidades de las que podamos decir que “todas son malas”, nos encontramos, por un lado, ante la necesidad de elegir, y, por otro lado, a la de hacerlo a través de una estrategia permanentemente en cuestión que trate de “minimizar” los daños de la opción tomada y que no renuncie a la duda sobre ella, que mantenga una actitud vigilante hacia sus efectos y consecuencias para tratar de paliarlos, o incluso para revisar y cambiar la decisión tomada -que puede haber dejado de ser la “menos mala”-, sin renunciar en ningún caso a fomentar la emergencia de nuevas posibilidades más positivas que las presentes o darnos cuenta, simplemente, de que habíamos tomado decisiones equivocadas.

He reflexionado sobre algunos ejemplos, un tanto extremos quizá, pero que pueden servir para tocar tierra y que, en todo caso, reflejan también la lógica de situaciones mucho menos dramáticas a las que hacemos frente todos los días.
Un grupo terrorista ha secuestrado un avión con 400 pasajeros, y se sabe, con certeza o con una probabilidad muy alta, que pretenden estrellarlo en un lugar que provocará -o podría provocar- una catástrofe de grandes dimensiones, causando la muerte de decenas de miles de personas. ¿Debe el gobierno de turno dar la orden de derribar el avión, con todos sus pasajeros?
Sin duda, la primera componente estratégica de esta decisión -”política”, pero con una dimensión ética evidente- es hacer todo lo posible para que el dilema no se plantee en los términos “tirar el avión, matando a todos sus pasajeros / permitir que siga su curso, asumiendo que una enorme catástrofe es altamente probable”. Puede usarse la diplomacia, la negociación, las concesiones, la búsqueda de formas de intercepción, la adopción de medidas para que la catástrofe no sea tal... Eso, es sin duda, lo primero, la estrategia prioritaria, y ya en sí misma portadora de conflicto, ya que se plantearán preguntas como “¿qué concesiones pueden hacerse?”. Pero, en todo caso, si fracasa y si el dilema se presenta en tales términos, optar por “malas vías” será inevitable y tendrá que hacerse sin plena seguridad de estar “eligiendo bien”, o con la convicción de que se haga (o no haga) lo que se haga se hará una mala elección.
Una respuesta ética posible sería decirse “si tiró el avión, yo soy el responsable de la muerte de quienes van en él, no podría luego mirar a la cara a sus familias, mientras que de la catástrofe los culpables serían otros, los terroristas, no sería mi responsabilidad”, y deducir de ahí que no hay que tirar el avión. En ese razonamiento hay una gran parte de verdad, pero no está nada clara la conclusión ni la ausencia de responsabilidad en el segundo de los casos. No tengo ni idea de lo que pensaría Morin al respecto, pero tengo la impresión de que esa forma de abordar el problema no sería precisamente “moriniana”, es decir, no encaja en la interpretación que yo hago de la “propuesta” ética de Edgar Morin.
Yo creo que el gobernante citado sí es responsable de la decisión de derribar o no derribar el avión. Podría decir que es “responsable”, pero no “culpable”, aunque no creo que esto solucione nada salvo para quien tranquilice su conciencia con una etiqueta. El dilema sigue planteado. Y es un dilema terrible, porque implica, en cierta forma, lo que Valente, en uno de sus poemas, describía como la obscenidad de elegir a los muertos. Pero está ahí. Quiero aclarar que no sé qué haría yo en tales casos, quizá mi cobardía ética, además de mi incompetencia, sea una de las razones por las que me aterra la simple idea de ocupar un cargo de representación política. Pero el dilema está ahí, o, mejor dicho, estaría si tal cosa llegase a ocurrir.
En cierta forma, en esta fría especulación que no debe afrontar la tragedia real más que como hipótesis, lo que es muy diferente a encararla en la realidad, me inclino por creer que la opción de tirar el avión no sería descartable y que, incluso, podría ser la “menos mala”. Pero esta opción tampoco es trivial o evidente. Para llegar a ella, habría que tomar en cuenta, por ejemplo, en qué medida podemos saber las consecuencias del atentado, hasta qué punto la catástrofe es segura o sólo probable, cosa sobre la que resulta difícil que hubiese una evaluación exacta, “numerizable”. Pero también valorar la posibilidad de que el atentado no llegue a producirse, de que sólo sea un “farol” y los terroristas lo cancelen en el último momento -y para valorar eso habría que jugar con la información que sobre ellos se tenga, si es que se tiene-, o de que los viajeros estén preparando una “rebelión” que pudiese reducir a los secuestradores... Y en todo ello habrá una enorme carga de incertidumbre. De hecho, quien tome esa tremenda decisión en vez de dejar que las cosas sigan rodando y ver qué pasa, nunca sabrá si es la mejor. Nunca sabrá si la catástrofe habría llegado a producirse realmente. Será responsable, y para algunos culpable, de por vida.

Dilemas similares, aunque quizá no tan intensos, se plantean, por ejemplo, en la tensión entre dos adecuadas “guías de conducta” -que no “mandamientos”- como “no mates a nadie” y “no permitas que maten y torturen a otros si puedes impedirlo”. En cierta forma, estoy hablando de los interrogantes éticos y políticos que nos plantea la guerra, la violencia y el uso de la fuerza. Hay quienes tienen respuestas tajantes absolutas ante ellos, pero yo no las tengo, y creo que Morin tampoco. Al menos, no las ofrece en su libro, lo que para mi es señal de sabiduría.
¿Hay que admitir un genocidio? Si utilizando la fuerza -la guerra incluso- contra los genocidas se puede parar la masacre, ¿es legítimo hacerlo? ¿Debe hacerse? Yo diría que sí, pero hay matices. Pues, en primer lugar, toda guerra contra tiranos mata inocentes, es prácticamente inevitable, incluso si se intenta evitar. Así que vuelve a ponerse en juego el dilema entre las muertes que se evitan y las muertes que se causan, lo que no es un asunto meramente cuantitativo, aunque tampoco puede evitarse tomar en cuenta ese aspecto de la cuestión (no es lo mismo causar la muerte de 300 “inocentes” parea evitar la de 100.000 personas, que matar a 15.000 para salvar a 20.000). Además, ese tipo de acciones son llevadas a cabo por Estados o, quizá, en el futuro por instituciones internacionales, en cuyo comportamiento la ética no suele ser decisiva a la hora de tomar decisiones. Pero no acaban aquí las dificultades ético-políticas. Por mucho que repugne nuestro sentido de la “equidad”, no es lo mismo políticamente haberse planteado, en su momento, una acción armada en Ruanda que pensar en una en Chechenia en los peores momentos de la acción genocida del Estado ruso. Hay una razón muy simple para ello: Rusia es una potencia nuclear. Desde luego, no es justo que eso garantice a sus gobernantes un trato diferente. Pero dudo de una “ética” que forzase a adoptar una decisión política que no tomase en cuenta el inmenso riesgo que para la humanidad podría representar una confrontación nuclear. Por ello, en todos estos casos, ya no se trata sólo de decidir qué “es justo” y qué no lo es. Se trata también de las consecuencias de lo que hacemos y, por tanto, de una estrategia flexible -en lo político, pero también una estrategia ética- que las prevea y las valore, una estrategia abierta a su propia mutación a partir de esa vigilancia. Pues, por descontado, entre hacer la guerra a Rusia y acoger a Putin en “la pandilla” hay muchas vías intermedias.
Otro dilema sobre el que se ha hablado mucho es sobre la validez de la tortura si permite que un secuestrador cuente dónde está un niño capturado, que perdería la vida en caso de no ser localizado rápidamente. Tampoco hay respuesta trivial a ello. Personalmente, tendería a decir que quien tenga el convencimiento absoluto, fundado en razones, de que así podrá rescatar al niño quizá deba utilizar la tortura, pero que si lo hace deberá ser juzgado y condenado por ello, aunque tal vez -sólo tal vez- la salvación del niño, si se produce, puede ser un atenuante, aunque no un eximente.

Así que la ética no nos dice qué hacer en cada situación posible, sino que, más bien, nos obliga a evaluarlas y nos guía en cierta medida, con sus criterios, a la hora de desarrollar estrategias y tomar decisiones.
Pero las cosas son aún más complicadas. Bastante difícil es ya tener que elegir entre unas u otras consecuencias. Pero es que, incluso cuando éstas pueden parecer claras a corto plazo, y no ocurre así, existe un elemento añadido de incertidumbre ligado a lo que Morin ha denominado “ecología de la acción”: las consecuencias de la acción no dependen solamente de las intenciones que quien la realiza, sino también de las condiciones del contexto en el que tiene lugar; a largo plazo, las consecuencias de la acción son impredecibles. Incluso aquello en lo que no vemos riesgos aparentes puede terminar teniendo muy malas consecuencias. Las buenas intenciones pueden abrir la puerta al horror, mientras que acciones carentes de honestidad pueden dar lugar a efectos positivos. Esto vuelve a poner de relieve la importancia de la estrategia, no porque ésta pueda disolver esa incertidumbre, que no puede, sino porque nos permite mantener una vigilancia sobre lo qué ocurre, para detectar cualquier signo de que, efectivamente, nuestros actos están dando lugar a aquello que no deseábamos.
¿Quiere decir esto que da igual hacer una cosa u otra? ¿Qué da igual hacer que no hacer? No, claro está. Desde luego, el “no hacer” no existe, las consecuencias de una aparente inacción pueden ser más nefastas que las de cualquier explícita acción. Y no es igual hacer una cosa que otra. Si alguien desconocido va a ser atropellado por un coche y podemos evitarlo, hagámoslo. Es posible que se trate de un tipo que se dirige a matar a 15 personas, o de un futuro genocida de decenas de miles de seres humanos, y luego podremos arrepentirnos de haberle salvado. Pero con lo que sabíamos en ese momento preciso y de forma acorde a una ética de la solidaridad y la cooperación humana “lo ético” es salvarle. Así que la conciencia de los límites de la ética y del corto alcance de nuestro control sobre los efectos de lo que hacemos no conduce a la pasividad, al nihilismo o a la indiferencia. Pero si debe servir para que, como señala Morin, nuestra ética sea modesta y en constante revisión.

Edgar Morin considera la “ética individualizada” o autoética como una emergencia, “una cualidad que sólo puede aparecer en condiciones históricas y culturales de individualización que comportan la erosión y frecuentemente la disolución de las éticas tradicionales...” [p. 97]. Personalmente, tengo la impresión de que esa consideración es correcta si se habla, más que de la autoética en cuanto tal, del surgimiento de procesos de “generalización” de ella en sociedades en las que la autoética no es una “desviación”, sino que, en cierta forma, tiende a “normalizarse” y a tener una presencia tanto o más importante que la de las “éticas comunitarias”. Respecto a éstas, Morin señala tanto la capacidad de creación de solidaridades y ayudas mutuas que puede tener en el seno de la comunidad de que se trate, como la carga de rechazo y odio que pueden arrojar sobre las otras comunidades. Por mi parte, hecho en falta esta vez un resaltado más claro de otro de los riesgos que pueden y suelen acompañar a las “éticas comunitarias”: una extraordinaria violencia interna contra sus propios individuos para “adaptarlos” a esa ética gregaria y una violencia aún mucho mayor contra quienes, pese a todo, aparecen como “desviantes”, “mutantes morales”. De hecho, creo que con mucha frecuencia las “éticas comunitarias” no son tanto “éticas” que funcionan en el marco de una determinada comunidad, sino que se convierten en el propio principio definidor de qué está dentro y qué está fuera de la comunidad.
En todo caso, para nosotros, hijos e hijas de nuestra época, pero también sus madres y padres, no resulta pensable y digna una ética que no sea auto-ética, pero ésta debe incluir tanto nuestro propio egocentrismo como la vinculación con los demás. Rechazar el egocentrismo haría inviable una sociedad humana; de hecho, pienso que quien se odia y desprecia a sí mismo odia y desprecia también, inevitablemente, al resto del mundo. Pero con igual fuerza se impone la necesidad y la fuerza del vínculo social, de la cooperación, de la solidaridad, de la comprensión mutua, del amor y hasta de la cortesía... “Cada cual vive para sí y para el prójimo de manera dialógica, es decir, tanto de forma complementaria como antagonista. Ser sujeto es conjuntar el egoísmo y el altruismo”. “Toda mirada sobre la ética debe reconocer el carácter vital del egocentrismo así como la potencialidad fundamental del desarrollo del altruismo” [p. 15].

Ética y política no son la misma cosa, aunque una fuerte tendencia nos mueva a ver, en quien difiere políticamente de nosotros, un “desviado moral”, un “discapacitado ético”. No obstante, no son dos cosas separadas. “No se puede ni separar ni confundir ética y política. Las grandes finalidades éticas necesitan casi siempre una estrategia, es decir, una política, y la política necesita un minimum de medios y de finalidades éticas, sin que eso la reduzca a la ética” [p. 85]. La complejidad de esta relación, la radical debilidad del realismo banal y del utopismo banal, el conflicto y complementariedad entre convicción y responsabilidad, son analizados por Morin a lo largo de un capítulo del libro [p. 85-93], en el que formula como pregunta ética-política clave la siguiente: “¿como salir de la prehistoria del espíritu humano? ¿cómo salir de nuestra barbarie civilizada?” Y, ante una pregunta cómo está, que nunca tendrá una respuesta acabada y definitiva, nos advierte de que no se trata de eliminar los antagonismos ni alcanzar la armonía, sino de la creación de una sociedad compleja, diversa y conflictiva, pero en la que tengan mayor presencia la cooperación, la solidaridad, la responsabilidad, la compasión...
Casi cien páginas después [pp. 185-186], Morin afirma la urgencia de conjugar ética y política en “una antropolítica que integre los imperativos de la ética planetaria”. Una ética planetaria que, a su entender, requiere nueve tomas de conciencia capitales: de la identidad humana común a través de la diversidad; de la comunidad de destino ente los seres humanos y entre éstos y el planeta; de que la incomprensión destroza las relaciones humanas; de la finitud humana en el cosmos; de nuestra condición como “terrícolas” y de nuestra relación con la biosfera; de la necesidad de combinar el pilotaje consciente y reflexivo de la humanidad con el pilotaje eco-organizador de la naturaleza; de la responsabilidad y solidaridad planetaria hacia las criaturas de la tierra, de la responsabilidad y solidaridad hacia las siguientes generaciones; de la Tierra-Patria como comunidad de destino, de origen y, también, de perdición, como seres condenados al sufrimiento y a la muerte.
El reto es, dice Morin, “superar la impotencia de la humanidad para constituirse en humanidad, de donde se deduce la necesidad de una política de la humanidad”, que se daría como horizonte “asegurar, como prioridad material, la disponibilidad de agua, alimentos, energía, medicamentos, y como prioridad moral la reducción de la subordinación y la humillación sufrida por la mayor parte de la población del globo” [p. 186].

La ética que nos propone Moran es ética de resistencia a la crueldad. Pero también es ética creadora de realización de la vida humana. “No niego la salvación por masoquismo o gusto por el dolor; en ella me impide creer un mínimo psíquico de racionalidad. Pero la renuncia a la Salvación, a la Promesa, me impulsan aún más a adherir a la poesía de la vida. Donde hay desesperanza, la poesía de la vida, la participación, la comunión y el amor aporta alegría y plenitud” [p. 227]. Y termina así el libro: “Amad lo frágil y perecedero, pues lo más precioso, lo mejor, incluyendo la conciencia, la belleza y el alma, son frágiles y perecederos” [p. 232].
Imprescindible lectura.

LOS VALORES DEL SOCIALISMO

Apuntes para la elaboración colectiva de un código de Ética Socialista
Código de Ética Socialista
Por: “Colectivo Antonio Gramsci, Pensamiento y acción”
Fecha de publicación: 08/08/07 Tomado de Aporrea.org.


Demos a nuestra Republica una cuarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres, y la moral republicana. Bolívar, 15.02.1819

Tercer Motor Constituyente MORAL Y LUCES

Educación en valores socialistas
“La educación no tiene que ver solo con el estudio de una materia determinada o con sacar el sexto grado, no. Es mucho mas que eso: se trata de los valores, la cultura, la solidaridad, una revolución ética, por eso toda la tremenda frase de Bolívar allá en Angostura: “Moral y Luces son los polos de una república”.

“Vamos a lanzar, durante todo el año 2007, la Gran Jornada Nacional Moral y Luces. Educación en todos los espacios: educación moral social. Educación, mucho más allá de la escuela: en las fábricas, en los talleres, en los campos, en los núcleos endógenos, una sacudida moral”.

“El trabajo y el estudio, y decía que hay que insistir en el trabajo y el estudio, y decía que hay que defender el país construyéndolo con nuestro trabajo y preparando los nuevos cuadros técnicos para acelerar mucho mas su desarrollo en los años venideros. El estudio a todos los niveles es, también hoy, una tarea de la juventud; estudio mezclado con el trabajo.”

“Hay que buscar tiempo para escribir y leer, reflexionar y estudiar. Un luchador, un revolucionario, tiene que estudiar todos los días de su vida, todas las noches de su vida; tiene que estudiar la teoría y la praxis; navegar en las aguas de la dialéctica. Superación para vencer; luchar para ser el primero entre los primeros, por estar en el grupo de vanguardia. Ser el ejemplo en el cual se puedan mirar los hombres y mujeres de edad avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, y que, frente al ejemplo, siempre reaccionan bien. Tener espíritu de entrega.”

“Primero en el trabajo, en el estudio, e insisto, no se trata solamente del estudio del aula de clase. Del bachillerato, de la universidad o de la misión. Se trata del estudio de todos los días, permanente, de la búsqueda del conocimiento en el campo, en el cerro, en la calle, en el libro. Se trata de la discusión, del debate de las ideas de manera permanente. Dice el Che que hay que plantearse tareas reales y concretas. Las tareas de trabajo cotidiano no pueden admitir el mas mínimo desmayo.”

“Educación popular, en todos los momentos y en todos los espacios. Educación, educación, educación hemos dado muchos avances pero aún nos falta mucho por profundizar en la educación, la cultura, la ciencia, la tecnología, la conciencia, la ideología, los valores… los nuevos valores. Hay que demoler los viejos valores del individualismo, del capitalismo, del egoísmo. Hay que crear nuevos valores y eso sólo se logra a través de la educación, del ejemplo: éste es el tercer gran motor”.

Hugo Chávez Frías.

Enero 2007.

“Vivimos también en un período ético constituyente… porque el sujeto va tomando conciencia de que alcanzar la orbita ética depende de que cada uno de nosotros busquemos y afirmemos las evidencias morales mas claras y mejor justificadas”.

José Antonio Marina

LA ETICA SOCIALISTA

La ética socialista es un conjunto de principios y valores que orientan y estimulan en el individuo de alta sensibilidad y conciencia social, comportamientos que lo ayuden y lo guíen en su vida diaria a su plena realización personal en función y en armonía con el logro pleno de los ideales colectivos del socialismo.

La ética constituye el componente esencial de la acción política. Es la meta y la más sagrada conquista de la Revolución Bolivariana y debe ser el hilo conductor en el proceso de su implantación, consolidación y desarrollo mediante la acción política colectiva.

“Moral Y Luces son los polos de una República” es una de las joyas que componen el inmenso legado ideológico y moral que como un tesoro patrimonial nos dejó Bolívar.

El conjunto de principios y preceptos que conforman la ETICA SOCIALISTA han sido extraídos de los mas valiosos ejemplos de la vida de nuestro Libertador, de nuestra historia y de la experiencia de las luchas por la emancipación de la humanidad entera y los asumimos con honor y compromiso con la obra colectiva y los mas nobles objetivos del ser humano, como la reafirmación de su dignidad y libertad, la búsqueda de la verdad, la bondad y la belleza, el desarrollo pleno de su potencial creador en función de la felicidad, justicia y la solidaridad entre iguales, esencia de la finalidad socialista hacia el comunismo.

La moral socialista como forma mas elevada de la conciencia social esta orientada por tres principios que la sustentan:

1. El principio universal de la transformación permanente en la búsqueda de la ampliación de la vida y la emancipación humana.
2. El principio de la dignidad humana y la libertad.
3. El principio del amor, la solidaridad fraternal y el internacionalismo.

La ética revolucionaria, socialista:

¿de donde procede?

Procede de la historia de la emancipación humana, de la lucha de clases y de las leyes objetivas del desarrollo continuo de la sociedad y del impulso creador, transformador de los seres humanos, esto es, de los procesos dinámicos complejos de las relaciones humanas en el desarrollo de la producción de su vida material y espiritual, hacia la satisfacción de sus necesidades materiales aseguradas, hacia la plena expansión y expresión de sus potencialidades creadoras, hacia la realización de su condición humana integral, solidaria y libre; de la vida para la vida.


¿que significa?

La estricta observancia del conjunto de principios y preceptos que conforman la ética socialista revolucionaria, ingrediente vital de nuestra cultura política bolivariana, es una delicada responsabilidad de todo nuestro pueblo en primer lugar, y de todos sus representantes, militantes revolucionarios, en todos los niveles de dirección, y actuación desde los cargos de mayor complejidad, hasta el responsable de las acciones mas sencillas en el logro de los objetivos socialistas.

La moral revolucionaria se expresa en todo nuestros actos y asumimos fielmente estos principios tanto en el desempeño de cargos, responsabilidades y tareas como en nuestra actuación y comportamiento cotidiano, en nuestra vida privada.

¿Cuáles son sus fundamentos?

La ética revolucionaria, socialista, bolivariana, no solo esta integrada por un conjunto de valores virtuosos universales u orientaciones axiológicas positivas que deben acompañar al individuo en su hacer cotidiano; sino también por una serie de principios propositívos que orientan en la acción de transformación social.

Categorías Morales de la Ética Socialista.

Nuestra ética, la ética socialista se fundamenta en cuatro categorías morales:

1. El deber
2. El Honor y la Dignidad
3. La conciencia
4. La Felicidad.

1. El Deber:

El concepto del deber…parte de la vida real de los seres humanos, quienes, ligados por vínculos mutuos, contraen obligaciones definidas respecto de otros y de la sociedad total.

Al abstraer lo individual y específico de la conducta de múltiples luchadores por la emancipación humana, la ética socialista descubre lo general, lo real y principal, todo lo que en definitiva es determinante de su conducta, tomando de ahí la base para la fundamentación del concepto del deber.

El deber es entonces cuanto se presenta como socialmente indispensable. Y, si este principio se comprende sin hacerle perder precisamente su sentido de necesidad, resulta entonces que cuanto se revela socialmente indispensable ya no aparece en la forma de coerción exterior, sino deber interiormente deseado. La persona llega a la conclusión de que en dado caso debe actuar de esta y no de otra manera en razón de que así se lo indica su convicción y su deseo.

Para la ética socialista el deber moral no es nada exterior al ser humano Es la convicción interior, conciente y profundamente arraigada sobre la naturaleza indispensable de los actos determinados que dictan las necesidades propias a la lucha por el socialismo y el comunismo. No se trata de una formalidad, una simple obligación o una orden cualquiera; es la activa y voluntaria realización de los deberes impuestos a los individuos por las tareas concretas de la lucha por la sociedad nueva y una nueva humanidad.

Es en el servicio conciente y voluntario a la causa común donde reside el aspecto moral del problema referente a la unidad de los intereses personales y sociales en el proceso de construcción del modo de vida socialista; sin excluir obviamente las contradicciones naturales en circunstancias determinadas y en las personas concretas, entre el deber y el deseo personal.

2. El Honor y la Dignidad:

Para definir los conceptos de honor y dignidad, la ética socialista parte de la explicación materialista de la existencia humana en tanto que conjunto de relaciones sociales históricamente dadas y de la capacidad de la conciencia humana para reflejar no solo el mundo objetivo, sino también el puesto y la importancia del hombre y de la mujer mismos en el mundo; conociendo los vínculos y las relaciones sociales, la persona llega gradualmente a tener conocimiento de si misma y de su importancia como ser humano en general, que se diferencia de los animales y como representante de cierto grupo social, clase o nación en su totalidad.

El contenido del concepto de dignidad, consiste en concebir la propia importancia como ser en general y como representante de determinado grupo, clase o nación en su totalidad. La apreciación de la dignidad de la persona por si misma o por parte de los demás representa el contenido del honor.

El honor y la dignidad son inseparables el uno del otro y del sistema de las relaciones sociales concretas e históricas de las que las personas hacen parte. Estos conceptos no son únicamente el resultado de un acto individual de auto conocimiento. Se forman en el proceso de la práctica social y moral de los hombres y de las mujeres, de los grupos sociales y de las clases; y su contenido define en última instancia el régimen económico, social y cultural de cualquier sociedad. En última instancia la fisonomía espiritual y el carácter, los conceptos referentes al honor y la dignidad dependen de las condiciones económico-sociales.

En las condiciones del socialismo y por primera vez en la historia, el trabajo se convierte en causa de honor, orgullo y heroísmo. El honor y la dignidad humana ya no están condicionados por la procedencia y el origen de clase, ni por las vinculaciones sociales y el dinero, sino por el trabajo realizado para el bienestar de la sociedad. En el socialismo, merece el aprecio social, el mayor reconocimiento y el respeto quien con su trabajo engrandece la patria, quien palpita creadoramente con el pueblo.

El concepto del ser socialista, el honor y la dignidad son el ser libre e independiente de explotadores, libre e independiente de cualquier tipo de dominación, y de cualquier tipo de enajenación; son el trabajo abnegado para el bien y la felicidad común y el orgullo por los éxitos nacionales y por el socialismo.

3. La Conciencia:

El concepto de la conciencia expresa el conjunto de sentimientos e impresiones definidos con que la persona juzga su conducta, sus actos y actividades. Reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en si mismo experimenta. Acto por el que un sujeto se percibe a si mismo en el mundo.

La capacidad de auto análisis de la persona y de valoración y apreciación de su conducta no es un don divino, ni la expresión de una misteriosa “voluntad autónoma” como afirman algunos teólogos o psicólogos. La conciencia moral del ser humano es el reflejo de sus relaciones prácticas, las cuales en esencia se definen por el ser social. La conciencia es una de las formas de expresión del saber, del conocimiento. Según sea el ser social, la vida material de una sociedad, la vida material en una sociedad dada, tales serán las relaciones morales de las personas y el contenido de su conciencia.

“Sobre las diversas formas de propiedad, sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida”.

“Carlos Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”.

La nueva sociedad en formación tiene que competir muy duramente con el pasado. Esto se hace sentir no solo en la conciencia individual en la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de este período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles. La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se harán sentir en la organización de la producción y, por ende en la conciencia.

Ernesto Che Guevara

El socialismo y el hombre en Cuba

4. Felicidad:

“La felicidad objetiva es el modo de ser en el mundo de un sujeto que se reconoce amorosamente reconocido y que habita en el orbe de la dignidad cumplida”.

José Antonio Marina

La felicidad es una de las categorías más importantes de la ética. Todos los seres humanos aspiramos a ella y los teóricos de la moral de una u otra manera han tratado de definir su significado.

El concepto de felicidad no puede examinarse por fuera de su unidad con las condiciones político-sociales y económicas en que vivan las personas. La felicidad se plantea a partir de la satisfacción plena de las necesidades fundamentales del ser humano concreto y no como algo limitado, fugaz o casual como la perciben los trabajadores en la sociedad basada en la propiedad privada y en la explotación.

La felicidad, en el socialismo, es la vida misma, la audacia creadora, los logros personales y colectivos, la lucha por el bien común, por la autodeterminación social. Es el sentimiento del bienestar moral, del deber cumplido honradamente frente a la sociedad; es el sentimiento de la identificación personal con el ser colectivo como constructores del socialismo.

Al revolucionario le produce felicidad el trabajo creador en aras del socialismo, en busca de la felicidad de su pueblo, esto es, de todos.

Uno de los rasgos característicos del concepto de felicidad propios de los revolucionarios que luchan por la sociedad socialista es el hecho de que cada cual ve su felicidad personal como parte y como consecuencia de la felicidad adquirida por todo el pueblo, sin la cual no podrá existir la felicidad individual.

La felicidad no cae del cielo, pues debe lucharse por ella. Todo el que quiere construir su felicidad individual, debe ser el artífice, el constructor, de la felicidad de todo el pueblo, y cuando sea un forjador de la felicidad de todos, con más fuerza lo será de su felicidad personal.

El trabajo define al hombre espiritual y físicamente, induce la inquietud creadora, el deseo de estudiar, de alcanzar las más altas cumbres de la ciencia, de la tecnología, de la cultura. El grado superior del heroísmo es el heroísmo del sencillo y prosaico trabajo cotidiano, cuando uno entrega todas sus fuerzas físicas y espirituales a la causa común, al bien de su país. En última instancia, el heroísmo del sencillo y prosaico trabajo cotidiano es el que garantiza la solución de las tareas comunes impuestas en el proceso de la vida socialista en construcción.

Una vez resueltas y aseguradas la solución a las necesidades fundamentales del ser humano de manera digna y satisfactoria se le plantean nuevas y mas elevadas necesidades que tienden a completar y a enriquecer el desarrollo de la personalidad moral y espiritual de todos mediante la conciencia de que nuestro trabajo es útil y necesario para que con la acción creadora de todos alcancemos para toda la sociedad los niveles cada día mayores de la verdadera riqueza.

Como afirma Marx: “Cuando se despoja de la forma burguesa limitada, la riqueza es la universalidad de las necesidades individuales, las capacidades, los placeres, las fuerzas productivas, etc., creada mediante el intercambio universal. Es el pleno desarrollo del poder humano sobre las fuerzas de la naturaleza, aquellas de la llamada naturaleza asi como también de la propia naturaleza humana. La absoluta realización de sus posibilidades creativas, sin otra presuposición que la de los acontecimientos históricos previos, es lo que hace de ésta la totalidad del desarrollo, es decir, del desarrollo de todos los poderes humanos como fin en si mismo, sin compararlo con un parámetro determinado. Cuando no se produce a si mismo en una especificidad, sino que produce su totalidad. Cuando lucha no por seguir siendo algo en lo que se ha convertido, sino por lo que está en pleno proceso de convertirse”.

Carlos Marx, Gründrisse, 1857/ 58.

“La felicidad va unidad a un incremento de la vitalidad, de la inmensidad de la sensibilidad y el pensamiento y de la productividad”.

Eric Fromm (1947 a, GA II, pag 115

Los luchadores por el socialismo no entienden la felicidad como algún instante fugaz de la vida, tampoco como un bienestar adquirido de una vez para siempre, ni cual cierta culminación en la vida o en la lucha. Entienden la felicidad como una realización de la plenitud de la vida en cada campo. Así, pues, lo mismo que la vida, que no se detiene jamás en ningún lugar, el contenido pleno de la realización vital cambia y se enriquece continuamente cada día, cuando la voluntad vital en su esencia esta guiada por un profundo sentimiento de amor.

CÓDIGO ÉTICO SOCIALISTA

PRIMERO: LA VERDAD.

No mentir. Cultivar la franqueza, la transparencia, decir siempre la verdad. Ser sincero, no ocultar ni tergiversar la verdad. Enfrentar con firmeza la mentira, el engaño, el fraude, la demagogia.

Ser rigurosamente veraz en nuestros actos, en nuestro trabajo. Nuestra fuerza esta en la verdad, la razón y la conciencia.

“La verdad pura y limpia…es el mejor modo de persuadir”.

Bolívar, 3.8.1829

SEGUNDO: DIGNIDAD Y HONOR.

Preservar, defender, fortalecer, cultivar nuestra dignidad y el honor.

Aún en momentos de dificultades, de carencias extremas, de peligros, de limitaciones, no ceder ante el soborno, el halago ó cualquier ofrecimiento que atente nuestra dignidad. Aguzar la vigilancia interior de nuestra conciencia.

La dignidad es el valor mas sagrado del sujeto conciente y libre y un escudo ético en la lucha por nuestros derechos y por el socialismo

TERCERO: ACTITUD EJEMPLAR.

Rigor y respeto consigo mismo y con los demás. Siempre ser los primeros en dar ejemplo en cualquier situación de nuestra vida, en el trabajo y la vida social. Expresar nuestra conducta personal con una actitud exigente, de respeto, consideración y tacto en las relaciones en los grupos. Aprender a caracterizar, los diferentes momentos de nuestra relaciones con sensibilidad y comprensión.

CUARTO: FIDELIDAD AL COMPROMISO.

Debes ser fiel cumplidor de tus compromisos y la palabra empeñada. Cumple cabalmente lo que ofreces. Para eso es necesario estar plenamente conciente de las condiciones, consecuencias, posibilidades y recursos disponibles para comprometerte en algún ofrecimiento. Un socialista es persona de palabra y compromiso.

Me verían como un hombre indigno, si fuera capaz de de asegurar lo que no estoy cierto de cumplir.

Bolívar, 8.10.1812


QUINTO: VALENTÍA Y FORTALEZA:

Ante situaciones determinadas, perjudiciales o contrarias a un cambio positivo individual y/o social, resiste los embates y las influencias nocivas, entrégate con decisión y firmeza a la lucha en las condiciones que haya considerado mas apropiadas, después de un estudio razonable de todos los factores que configuran la situación. Afrontar los peligros con conciencia, habilidad y prudencia, audacia e inteligencia.

EL valor es preferible al número y la habilidad superior al valor.

Bolívar, 26.6.1816

SEXTO: SER PROACTIVOS, POSITIVOS, CONSTRUCTIVOS.

El pesimismo, derrotismo, indiferencia, apatía, indolencia, hipercriticismo son actividades extrañas a una personalidad revolucionaria.

Para ser positivos, constructivos, es decisivo tomar en consideración los siguientes aspectos:

* Metas claras y bien valoradas. ¿Hacia donde vamos? ¿Cuál es el propósito? ¿Estamos bien identificados y motivados?
* Comprensión. Correcta caracterización de la situación general, el contexto y sus interconexiones.
* Dominio personal. ¿Estamos preparados para la tarea?
* Contribución. ¿Qué puedes aportar?
* Efectividad. Disponerse hacer algo y HACERLO. La efectividad requiere: decisión, control, confianza y disciplina.
* Autoestima. Hacer, trabajar, crear con satisfacción refuerza nuestra confianza en sí mismo y nos hace CRECER.

SEPTIMO: PERFECCIONAMIENTO PERSONAL.

Cultivar la curiosidad por el saber, la creatividad, la inteligencia, como forma de enriquecer tu vida, tu realidad cotidiana y el perfeccionamiento en tu trabajo profesional y en tu desempeño social revolucionario.

Cuidar el desarrollo integral de nuestra personalidad significa la búsqueda conciente del equilibrio entre la razón y la emocionalidad. El dicho antiguo: Conócete a ti mismo es la piedra angular de la sensibilidad emocional: la conciencia de los propios sentimientos en el momento en que se experimentan en nuestro interior.

Conciencia de uno mismo, en el sentido de una atención progresiva a los propios estados internos, acción auto reflexiva de la mente cuando observa e investiga la experiencia misma, incluida las emociones. Es la atención conciente a nuestra dinámica emocional la que permite construir nuestro sistema ético para actuar como verdadero ser humano revolucionario con fortalezas como la templaza, estoicismo, comprensión, ecuanimidad, entereza, valentía, empatía, confianza, firmeza, disciplina, rigor, generosidad, austeridad, bondad, cuya reunión armoniosa en nuestra actuación social genera una propiedad emergente: la calidad humana, que junto a la motivación al cambio y la inteligencia forman la trilogía que sustenta una auténtica personalidad de nuevo tipo, una personalidad socialista.

Aun cuando es indispensable el esfuerzo individual para nuestra formación y perfeccionamiento personal, no olvidemos el dicho popular: una sola golondrina no hace verano. Para alcanzar la plena autodeterminación personal la experiencia de todo el pueblo es fundamental y para ello como dijo el Che Guevara: “La sociedad en su conjunto debe convertirse en una gigantesca escuela”.

OCTAVO: LA CRÍTICA Y LA AUTOCRÍTICA.

La crítica y la autocrítica son herramientas indispensables para fortalecer la conciencia moral y la exigencia de rigor. Es un instrumento que permite el perfeccionamiento permanente de nuestra actuación personal y de grupo mediante el análisis, la verificación, la confrontación, el estudio, el examen, la observación, mientras mas profunda y rigurosa mejor; y de las acciones prácticas que hemos emprendido o que vamos a emprender y la configuración de nuestras ideas, percepciones y representaciones que hacemos de la realidad y de nuestra propia conciencia en el transcurso de los procesos mismos de la praxis, de los acontecimientos; siempre en la búsqueda rigurosa de la verdad contra la complacencia, el facilismo el enfatuamiento y el triunfalismo que tienden a exagerar los éxitos y a deformar la realidad en la que actuamos.

El ejercicio de la crítica y la autocrítica permite ante todo un mayor dominio personal, crear una imagen más coherente de nuestra visión personal, y de las metas que deseamos obtener, además de una evaluación mas precisa, mas objetiva de las situaciones donde nos movemos. El hábito del análisis, y la comprensión crítica y la autocrítica produce una especie de tensión interior, de estimulo, que amplia nuestra capacidad de tomar mejores decisiones y alcanzar mas de los resultados que esperamos.

“El que manda debe oír aunque sean la mas duras verdades y, después de oídas, debe aprovechase de ellas para corregir los males que producen los errores”.

Bolívar, 19.4.1820

NOVENO: LEALTAD A LOS PRINCIPIOS Y LAS LEYES.

Fomentar y cumplir la disciplina, el respeto, la lealtad concientes al Partido, al Estado a sus instituciones, a la Constitución Bolivariana y a las demás leyes de la República.

Formarse hábitos de disciplina social, de organización, participación y de exigencia rigurosa de acatamiento de las normas y reglamentos que se establezcan en el proceso de construcción de la vida socialista.

DÉCIMO: ORGANIZACIÓN DEL PUEBLO.

Contribuir con tenacidad, paciencia y disciplina al establecimiento, consolidación y desarrollo de la organización del pueblo, sus comunidades y su participación en las instituciones del poder popular.

En este sentido es vital para el socialismo bolivariano el funcionamiento eficiente de los Consejos Comunales y los Consejos Locales de Planificación de Políticas Públicas, los consejos socialistas de trabajadores y trabajadoras y todos aquellos órganos de participación política del pueblo.

Vincularse con los trabajadores y el pueblo, demostrar respeto y confianza en ellos, sensibilidad para percibir y comprender sus sentimientos, necesidades y opiniones.

Atender solícitamente los problemas que se le plantean en virtud de sus responsabilidades. Ayudar a encausarlos y resolverlos y cuando no sea posible porque las limitaciones materiales o por otra causa lo impidan realmente, dar la explicación debida, ágil, sencilla y veraz que ayude a comprender estas dificultades.

DÉCIMO PRIMERO: CONTRA LA BUROCRACIA.

Combatir el burocratismo como uno de los peores males que enfrenta la Revolución Bolivariana en los organismos del estado. La mentalidad burocrática le da mas importancia a los formalismos legales de los procesos administrativos que a la legitimidad de los contenidos y los resultados, y esta situación, que es un viejo vicio perverso tiene tres razones fundamentales: primero falta de conciencia, interés y compromiso con lo que se hace; segundo, falta de una visión de la totalidad de los procesos; y tercero falta de comprensión, pertinencia y razón de la finalidad. El burocratismo es una especie de alienación esquizoide de los procesos administrativos. Cómo superarlos: compromiso y comprensión de la pertinencia, de la finalidad; visión de totalidad sistémica de los procesos; simplificación y comprensión razonable, de los procedimientos en el marco lógico de la normativa legal para no caer en el caos, anarquía y la improvisación. Uso conveniente de las competencias profesionales y técnicas.

DÉCIMO SEGUNDO: CONTRA LA FLOJERA Y LA APATIA.

Enfrentar con voluntad y denuedo de toda actitud dañina, negativa frente al trabajo y las tareas sociales como la apatía, la indiferencia frente a los errores y la falta de iniciativas porque estas actitudes bloquean la búsqueda creativa de soluciones a los problemas y a las dificultades, sean estas objetivas o subjetivas. Atender con cuidado las motivaciones.

DÉCIMO TERCERO: RECTIFICAR A TIEMPO.

Ser audaz y desarrollar el ingenio para saber rectificar a tiempo y buscar soluciones nuevas para problemas nuevos o viejos.

La voluntad creativa y valiente para rectificar nos abre caminos y orientaciones que nos conducen al logro de los objetivos. Buscar salidas sensatas, humanas, legales y éticas para darle solución a las necesidades de la economía y de la vida socialista en general.

DÉCIMO CUARTO: FRENTE A LA DEBILIDAD MORAL.

Fortalecer una actitud personal irreconciliable ante el descaro, la trivialidad, la estolidez, negligencia moral, el carrerísmo desalmado, el oportunismo, el egocentrismo, la presunción, la vanidad, la adulación, la hipocresía y el conformismo. Son expresiones de inmadurez, lasitud, debilidad moral, impropias de una personalidad socialista.

DÉCIMO QUINTO: LA AMISTAD VERDADERA.

Atender con esmero, valorar y enriquecer las relaciones de amistad. La amistad representa una forma superior de compañerismo, representa al lado de la unidad de intereses, el afecto y el apego entre las personas.

La amistad no puede entrar en contradicción con la conciencia moral, torcer y/o debilitar las convicciones sociales, perdonándole al amigo sus errores, actos dañinos e ilícitos. La amistad verdadera es posible solo sobre la confianza mutua, la igualdad y la franqueza. La amistad no exonera a los amigos del cumplimiento honorable del deber social en el trabajo y en las tareas de construcción socialista. No se pueden violar las obligaciones ante la sociedad y la revolución a causa de las relaciones de amistad.

A la amistad la hace fuerte el honor, la verdad y la dignidad.

DÉCIMO SEXTO: LOS BIENES COLECTIVOS.

Velar rigurosamente por la conservación y uso adecuado de los bienes del Estado y una disciplinada administración de sus recursos. Los bienes y recursos del Estado Socialista son patrimonio social, esto es propiedad colectiva y es responsabilidad y obligación de cada uno de nosotros darles el uso y la administración adecuada.

DÉCIMO SÉPTIMO: LA INTEGRIDAD, LA MODESTIA, LA AUSTERIDAD.

Ser el ejemplo de integridad, modestia y austeridad. Un socialista revolucionario debe ser ejemplo por su comportamiento en su trabajo, ante sus compañeros, en las relaciones sociales y ante su familia.

El precepto de integridad nos refiere a la idea de totalidad, integralidad, coherencia, donde se interrelacionan valores que conforman un cuerpo ético integro que califica la conducta recta y honrada de una persona.

Modestia es todo lo contrario de la arrogancia y la vanidad y nos refiere también al valor de la sencillez, la moderación, la prudencia y sobriedad.

La austeridad es un valor complementario a la modestia y es todo lo contrario al exceso. Significa severidad, rectitud, rigor, sobriedad en la estimación de las necesidades. La austeridad es un escudo moral contra el consumismo, la depredación y el despilfarro.

DÉCIMO OCTAVO: ACTITUD CRITICA FRENTE AL CONSUMISMO.

Enfrentar con firmeza de voluntad, el consumismo y el despilfarro. El consumismo es inducido por la propaganda comercial capitalista mediante la manipulación psicológica de la conciencia de las personas, convirtiéndolas en víctimas al generar en ellas falsas necesidades, incitándolas al despilfarro, la ostentación, imitando estereotipos sociales propios del individualismo mas egocéntrico y mezquino y animando aspiraciones, móviles e impulsos que entran en contradicción directa con otras personas ejerciendo influjo pernicioso en el entorno social, segregándolas y poniéndolas a espaldas de los compromisos colectivos y de la solidaridad.

“Para el socialismo la riqueza significa la necesidad de la plenitud de manifestaciones humanas de vida, en un ser en el que su propia autorrealización aparece como una demanda interna, como una necesidad”.

C. Marx, Manuscritos, 1844

“La actitud consumista es una manera alienada de tener contacto con el mundo porque lo convierte en objeto de la avidez en vez de en algo por lo que el ser humano se interese y con lo que se relacione”.

Eric Fromm (1990 g (1969), GAXII, pag 76)

La ideología y la moral socialista plantean al individuo un sistema de exigencias que fortalecen y enriquecen su personalidad social y personal que le permite enfrentar formas de comportamiento humano antisociales, egoístas y perniciosas. Estas exigencias intervienen a la vez como estímulos y normas que fomentan su actividad creadora, orientan la búsqueda de relaciones de alta calidad en nosotros mismos, con nuestros semejantes, con las cosas y con la naturaleza.

Las necesidades de la vida socialista están cargadas de altos valores espirituales, éticos y estéticos. La ética socialista implica educar una actitud sana, racional, austera, sencilla ante las cosas y ante la posesión de los bienes materiales.

La obsesión de consumo, ideología implantada por el capitalismo, contribuye a deformar los intereses sociales y los ideales morales de la personalidad. Cultivar la frugalidad y la moderación, combatir la extravagancia y el exceso.


DÉCIMO NOVENO: LA ÉTICA DEL TRABAJO.

Asumir el trabajo liberado de la explotación como eje fundamental de su actividad y del desarrollo de la fisonomía moral y espiritual de su personalidad. Los rasgos característicos del socialista revolucionario son: la fidelidad a los principios morales elevados y la capacidad de asumir el trabajo activo, abnegada y creadoramente.

La cultura y la moralidad verdadera empieza por la actitud del ser ante el trabajo, el deseo y la facultad de hacer. El cambio revolucionario de las relaciones de producción capitalistas a socialistas modifican radicalmente la situación del trabajador en la producción y en la sociedad. Los trabajadores, como lo explicaron Marx y Engels, una vez liberados de los explotadores –los dueños de los medios de producción-, adquirirán la verdadera independencia económica, ya que desde entonces trabajaran para si mismos, para la sociedad.

En el socialismo el trabajo deja de ser una obligación forzada. Se convierte en la libre actividad laboral de los hombres y mujeres que han suprimido la explotación capitalista y trabajan para si, para la sociedad. En el socialismo, donde ha desaparecido la contradicción fundamental del capitalismo.- la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada capitalista de apropiación-, el carácter social del trabajo esta en consonancia con la propiedad social de los medios de producción, de modo que no solo el producto necesario del trabajo, sino también el producto suplementario, lo perciben los propios trabajadores.

El socialismo cambia la actitud del individuo ante el trabajo. La conciencia del trabajo libre, de que no trabajan para los explotadores sino para si mismos y para su sociedad, hace surgir una nueva visión de la vida, el entusiasmo creador, la emulación socialista, la elevación de la productividad abriendo paso asi al desarrollo de la ciencia, la técnica y la cultura, y la elevación general del nivel de calidad de vida colectiva.

Es necesario resaltar cada día la importancia ética del trabajo creador.

El trabajo humano en relación armoniosa con la naturaleza es para el socialismo la fuente fundamental de la riqueza y es la esfera fundamental de actividad de cada una de las personas.

El trabajo ha sido, es y será la fuente más importante de existencia y desenvolvimiento de la sociedad y del individuo. La cultura humana toda es expresión del trabajo creador. En el socialismo se transforma en primerísima necesidad vital y libre de cada persona. Tanto en el socialismo como en el comunismo el deber fundamental del individuo ante la sociedad es trabajar en consonancia con sus capacidades.

La formación de la actitud nueva ante el trabajo es una magna conquista socio-cultural del socialismo y un rasgo que testimonia el carácter fecundo del proceso de afirmación y crecimiento del modo de vida socialista. El trabajo socialista no solo es fuente de bienes materiales, sino también de crecimiento de grandes cualidades espirituales del individuo.

A medida que se toma conciencia del deber hacia el trabajo y se cumple voluntaria y creadoramente, partiendo de los mejores adelantos de la ciencia y de la técnica, el trabajo se va convirtiendo en necesidad vital primordial, alegría y fuente de desarrollo universal del ser humano.

El ser humano productivo es aquel que es activo desde dentro, que se relaciona activamente con el mundo, aquel para el que estar relacionado y vinculado con el mundo es una necesidad interior.

VIGESIMO: EL AMOR.

La ética socialista se sustenta en el amor porque es el sentimiento que impulsa los valores básicos y más esencialmente humanos. Influye decisivamente en el más complejo y mas intimo dominio de la vida, inspirando la poesía, la inteligencia creadora y los grandes avances de la humanidad, la alegría, la felicidad. Es el fundamento moral de la familia, célula básica de la sociedad y espacio sensible para la construcción de la vida socialista, donde el padre y la madre, el hombre y la mujer sean sujetos libres e iguales en una sociedad de economía social en donde los dos participan en el trabajo productivo social y se benefician de la productividad socialista y de los logros materiales, culturales y espirituales.

Los socialistas nos hacemos mas fuertes, mejores y mas puros por el amor.

“El gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”

Bolívar, 6.4.1827

“El amor intenta entender, convencer, vivificar. Por este motivo, el que ama se transforma constantemente, capta más, observa más, es más productivo, es más el mismo.

Eric Fromm (1967, GAXI, pag.343).

VIGÉSIMO PRIMERO: CONTROL ÉTICO:

En el ejercicio de cargos de responsabilidad y en el manejo de recursos públicos, colectivos, utilizar las prerrogativas y facultades inherentes a la jerarquía de la posición solo estrictamente para los requerimientos del trabajo. Debes ser tu propio contralor ético en todo momento de tu vida.

Garantizar igualmente ante los niveles jerárquicos superiores, que los compañeros y compañeras que están bajo tu responsabilidad actúen con absoluta probidad y lealtad a los principios éticos socialistas.


VIGÉSIMO SEGUNDO: EL COMPROMISO ES PRIMERO.

Dedicarse con abnegación y esmero al desempeño cabal y con la más alta calidad de la responsabilidad a la tarea encomendada.

El militante socialista no debe asumir como medio de vida ninguna otra actividad que lo desvíe de su deber principal. La abnegación y el entusiasmo por su tarea, es el sentimiento íntimo que impulsa posibilidades infinitas de mejoramiento humano y perfeccionamiento profesional, cuando se realiza con firmeza de voluntad y con la entrega sin reservas a la obra común de nuestro pueblo.

VIGÉSIMO TERCERO: CONTRA LA CORRUPCIÓN.

Luchar con denuedo y sin conseciones contra la corrupción y los privilegios. La administración de bienes y recursos del estado no confiere ningún derecho, ni ninguna preferencia sobre los demás.

Quienes asuman la administración pública no deben beneficiarse ni beneficiar a otros por razones de amistad o parentesco, o a cambio de recibir otros favores o prebendas. El cargo se ejerce para representar, defender y servir al pueblo, legítimo dueño de la riqueza social.

La corrupción denigra tanto a quien la comete como a quien la tolera.

Significa un retroceso, una deformación, una traición y un crimen contra la sociedad socialista. Por eso es nuestra obligación combatirla, denunciarla, en primer lugar con el ejemplo y la permanente autovaloración ética.

“La destrucción de la moral publica causa bien pronto la disolución del estado”.

Bolívar, 6.1.1829

VIGÉSIMO CUARTO: EL COLECTIVÍSMO.

El principio mas importante de la ética socialista es el colectivismo. Significa saber actuar en conjunto y orgánicamente en nombre de las ideas socialmente mas avanzadas, con capacidad de someter la voluntad propia a los intereses generales. El colectivo se integra alrededor de un objetivo singular, perseguido por la comunidad mediante acciones adecuadamente propuestas. El sentimiento del colectivismo de la sociedad socialista activa los mejores rasgos de la solidaridad de los trabajadores y encuentra su proyección en el socialismo, gracias al predominio de la propiedad social de los medios de producción, a las relaciones productivas de colaboración y a la ayuda mutua de los trabajadores liberados de la explotación.

Desarrollar ampliamente la practica del trabajo en equipo, el trabajo colectivo. Compartir dificultades, grandes esfuerzos, aportando y exigiendo todo el empeño y la consagración necesarios a las tareas colectivas.

Estar dispuesto a la colaboración permanente, a la subordinación de lo personal al interés colectivo.

Contribuir a fijar un propósito común es apoyar un sentido de compromiso en un grupo o comunidad, desarrollando imágenes compartidas del futuro que buscan crear y guías que le ayuden a alcanzar esa meta.

Cultivar el análisis y el razonamiento colectivo, la visión compartida, la participación de todos en la toma de decisiones.

Despojarse de todo voluntarismo, vanidad, soberbia, improvisación, injusticia, mediocridad profesional.

No actuar en el grupo en función de intereses personales o de amistades.

Combatir el sectarismo que segrega, disocia, empobrece las relaciones de grupo.

Cuidarse del menosprecio por la dignidad del otro, o indiferencia ante consecuencias futuras que no se sufrirán personalmente.

Combatir la vanidad, la autosuficiencia, la pedantería, el engreimiento, la intolerancia, la insensibilidad, rasgos incompatibles con el ejercicio de la condición revolucionaria socialista.

VIGÉSIMO QUINTO: FIRMEZA EN EL LIDERAZGO.

Conducir con firmeza, audacia y prudencia equilibradas a su grupo de trabajo hacia el objetivo o a la tarea encomendada, e imprimirle la férrea voluntad de cumplir y la convicción del éxito posible. Inculcar la confianza en los integrantes del colectivo y en su jefe impregnados de la certeza en el triunfo.

Asumir plenamente la responsabilidad individual por las decisiones tomadas. No pretender jamás utilizar este principio para justificar irresponsabilidades, negligencias o indisciplinas.

Comprensión, firmeza, sagacidad, presteza, audacia, prudencia. Combinar firmeza estratégica con flexibilidad táctica.



VIGÉSIMO SEXTO: PROMOCIÓN DE CUADROS.

Fomentar la promoción y formación de cuadros sobre la base de la capacidad y los méritos.

La motivación al compromiso social, la calidad humana y la capacidad de discernimiento, esto es, la inteligencia, son referencias útiles para la evaluación de los recursos humanos y su promoción.

La competencia profesional, la integridad moral, la idoneidad y la capacidad real probada son factores fundamentales a la hora de proponer y dar empleo; evitando los efectos dañinos del amiguismo, el oportunismo, el compadrazgo, el nepotismo o la discriminación mezquina, sectaria o interesada.

VIGÉSIMO SEPTIMO: EL EJERCICIO DE LA AUTORIDAD.

Asumir el ejercicio de la autoridad otorgada como un honor y un compromiso y nunca como una ventaja personal o un privilegio.

El sentido esencial del ejercicio de un cargo de responsabilidad pública es la posibilidad de participar en la obra de construcción del socialismo en nuestra patria, y su recompensa principal esta en la satisfacción de trabajar por el bienestar común.

VIGÉSIMO OCTAVO: LA PATRIA, LA REVOLUCIÓN Y EL SOCIALISMO.

La Patria, la Revolución y el Socialismo es el propósito fundamental de nuestra acción militante, conciente, abnegada. Es la finalidad de nuestro ser revolucionario.

Ello significa activar toda nuestra fuerza moral, nuestra voluntad para defensa de nuestra soberanía e independencia nacional y la construcción de una sociedad liberada de la explotación del trabajo para el pleno desarrollo de nuestro potencial humano creador, basada en la igualdad, la solidaridad y la justicia.

VIGÉSIMO NOVENO: DEVOCIÓN POR LA CONSTRUCCIÓN SOCIALISTA.

Devoción y denuedo en la lucha por el socialismo, sus principios, su ética. Contribuir en nuestra acción diaria en el lugar de trabajo, en los grupos de acción social, en la familia, en nuestra vida cotidiana, por elevar y arraigar una autentica cultura política y ética en nuestra sociedad. Es tarea de todos pero en particular y especialmente entre quienes ejercen funciones de responsabilidad pública y liderazgo.



TRIGÉSIMO: EL HUMANISMO SOCIALISTA.

Somos humanistas revolucionarios.

El humanismo socialista significa amor a la humanidad trabajadora, a la humanidad creadora. Para el socialista aparece en primer plano, la preocupación por el bienestar general y por el desarrollo multifacético de la personalidad humana en el marco de la colectividad, donde existimos y convivimos como amigos y hermanos.

Para los socialistas el ser humano constituye la riqueza más preciosa y decisiva. El centro de atención de toda la sociedad, el Estado es el hombre y la mujer, el trabajador y la trabajadora que crea todos los bienes materiales y espirituales.

La ética socialista es la límpida y noble moral de los activos y concientes luchadores por el socialismo. Sus principios reflejan las necesidades históricas del desarrollo de la sociedad contemporánea y sirven de directrices a la conducta moral que corresponde a los constructores del socialismo. Su concreción aparece en las normas y reglas morales, y su máxima generalización se encarna en las categorías de la ética socialista.

“Para nosotros el comunismo no es un estado que debe implantase, un ideal al que hay que sujetar la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”

Carlos Marx

TRIGÉSIMO PRIMERO: EL ANTIMPERIALISMO.

La lucha por el socialismo significa la lucha contra su enemigo principal en nuestra época: el imperialismo norteamericano.

El capitalismo en el siglo XXI ha llegado a una etapa del desarrollo de sus fuerzas productivas que entran en contradicción con las relaciones de producción. Tiene que recurrir, simplificando, al ejercicio de la violencia en todo el mundo para justificar y garantizar la supervivencia y reproducción de su sistema de explotación y de vida depredadora, estableciendo un control hegemónico monopólico férreo en las cinco áreas vitales de la economía: financiero, mediático, científico-tecnológico, militar y acceso a las fuentes de energía; pretendiendo controlar así, bloquear las posibilidades del pleno desarrollo social de las fuerzas productivas y relaciones de producción que garanticen a la humanidad un mundo de bienestar, de paz, de justicia, de solidaridad y fraternidad en plena expansión de su creatividad en función sus crecientes y legitimas necesidades materiales y espirituales.

El imperialismo norteamericano actuando en una relación animal depredador-presa, con el resto de la humanidad, para mantener el sistema capitalista en su fase mas degradada, utiliza todas las formas de chantaje, presión, desestabilización, espionaje, guerra abierta, violencia mediática, engaño descarado a la sociedad mundial para imponer sus propósitos, generando hambre, miseria, desolación, guerras civiles interetnicas y religiosas creando la situación de inestabilidad, de incertidumbre de miedo al futuro, de desorden social, caos y descomposición moral. El peligro principal de la humanidad hoy es el imperialismo norteamericano.


TRIGÉSIMO SEGUNDO: VIGILANCIA REVOLUCIONARIA

Cautela

Ser discreto y manejar con cautela y previsión la información pública, es la primera medida que debemos tomar en nuestra actuación político social Es indispensable e ineludible el deber de preservar el secreto estadal como virtud de los representantes del Estado en todas las materias e informaciones para contribuir a salvaguardar nuestros intereses contra la acción enemiga, o a evitar problemas menores o conflictos indeseables en el trabajo y en las relaciones interpersonales.

Es necesario administrar concienzudamente la transparencia, disciplinar juiciosamente la emocionalidad, el espontaneísmo en el manejo de la información.

Ser cuidadosos y respetuosos en el momento de emitir opiniones tratando de ser verás, objetivo, oportuno, pertinente, tomando siempre en cuenta el contexto, la coyuntura temporal y los efectos y/o consecuencias de tus opiniones. Ser riguroso en cuanto a la calidad de la información que manejes para no convertirte en un traficante de cuentos de camino o en un tonto útil de la contra inteligencia del enemigo.

Vigilancia

La seguridad integral, la vigilancia y defensa, es un asunto de interés permanente de todo revolucionario.

El imperialismo norteamericano no deja ni un segundo ni aspecto posible para obstaculizar el proceso de transformación económica, social, y política que se esta llevando a cabo en nuestro continente y ataca directamente a la revolución bolivariana, invirtiendo para ello inmensos recursos, organizando, capacitando, financiando a sus aliados y agentes internos; utilizando diversas formas y técnicas abiertas, ocultas y encubiertas que conforman un conjunto de métodos ya probados, en algunos casos con éxito, en otro lugares y momentos en el mundo.

Mediante oficinas, estafetas y organizaciones que operan de manera legal o ilegalmente, abierta o encubiertas en Venezuela, con el apoyo de organizaciones estadounidenses o internacionales, desarrollan sus operaciones en todo los frentes que van desde los mas aparentemente inocentes como las artes y/o la literatura hasta las acciones militares y paramilitares, pasando por las organizaciones sindicales, sociales, profesionales, comunitarias, estudiantiles, partidos políticos de la oposición y apoyados por todo el arsenal de los medios de comunicación que están a su servicio, especialmente la radio, la prensa, la televisión y los recursos informáticos. Esto es, la guerra total del poder imperial, que no se manifiesta solo en Venezuela sino en todo el mundo, y no se manifiesta solo como represión y violencia como lo están haciendo en diversos lugares del planeta, sino también con nuevas formas de trabajo social y cultural basado en productos inmateriales como la inteligencia, la información y los afectos. Estas formas de trabajo, formas de guerra, y las redes sociales que crean, se organizan y controlan internamente, por medio de la cooperación de sus agentes internos.

Las formas de la guerra imperial son básicamente dos:

1. Las formas de violencia que impone desde el exterior basadas en acciones policiales-militares de terror, amedrentamiento y aniquilación.
2. Las formas de trabajo interior, inmaterial, como la inteligencia, manipulación de la información, los acondicionamientos, el modelaje, dirigidos a la subjetividad, la conciencia, los afectos, los sentimientos, basados en la cooperación de agentes internos.

Los revolucionarios nos enfrentamos ante una situación de lucha, de guerra de nuevo tipo, guerra total; que nos impone capacitarnos, para el desempeño exitoso en ese escenario complejo, multifacético, de la guerra revolucionaria contemporánea.

Cada uno de nosotros debe prepararse adecuadamente para la lucha en todos los frentes donde se desenvuelve nuestra vida: en el trabajo, en la comunidad, en la calle, en el barrio, en nuestra casa. Debemos prepararnos también interiormente, porque nuestro mundo interior, nuestra conciencia, es un escenario de guerra, es, para el enemigo, un objetivo militar. El imperio no descuida un segundo, ni un aspecto vital para atacarnos, minarnos, debilitarnos, confundirnos, desviarnos de nuestro objetivo.

Por eso es determinante la capacitación para desarrollar incansablemente la vigilancia y la preparación personal para la lucha en todos los diversos frentes donde actúa el enemigo.

Recordar siempre que nuestra fortaleza fundamental es el pueblo unido, organizado, capacitado y comprometido con la Revolución.

Recordar igualmente la sabiduría tradicional que nos enseña que, en condiciones apropiadas, un grupo pequeño puede vencer a uno grande y entre las condiciones están la decisión, la justicia, el orden, la cohesión y la fortaleza moral. Cada uno de nosotros y en cada momento de nuestro hacer cotidiano puede y debe participar en las acciones de vigilancia, seguridad y defensa de la revolución.

Todo revolucionario debe buscar en el partido, la orientación y la capacitación para la lucha revolucionaria, adecuada a nuestras características y aptitudes personales, nuestra profesión, nuestro frente social y lugar de trabajo.


TRIGÉSIMO TERCERO: CONCIENCIA ECOLÓGICA.

Buscar una relación de mayor y mejor equilibrio con el mundo natural comprendiendo más profundamente sus leyes propias y aquellas que nos involucra a los seres humanos y nos vincula a él como un todo indisoluble. En este sentido debemos asimilar en nuestra conciencia los principios de la ecología política como ciencia de la relación triangular equilibrada y armónica entre los seres humanos singulares, la actividad social organizada y el medioambiente.

En este sentido nuestro desarrollo socialista debe ser y será ecológicamente sustentable entendiendo por esto que es indispensable convivir en armonía con la naturaleza. Ella solo la podemos dirigir obedeciendo sus leyes esenciales.

Los principios centrales ecológicos políticos de la República: Libertad, Igualdad y Fraternidad, en nuestras sociedades socialistas auto-organizadas y auto-organizadoras se convierten en:

Autonomía, capacidad de dominar los procesos de la trayectoria a escala del individuo y de un grupo auto constituido.

Solidaridad, relación conciente y reflexiva de cada uno con todos los demás.

Responsabilidad, de cada uno hacia todos y frente a todos, toma de conciencia de las consecuencias no siempre controladas de sus propios actos, con el otro extremo del mundo y para las generaciones futuras.

De las relaciones armoniosas entre los seres humanos (relaciones socialistas) surge la relación armoniosa con la naturaleza.

TRIGÉSIMO CUARTO: EL IDEAL COMUNISTA.

El ideal moral y la finalidad del desarrollo integral en el socialismo es el comunismo por cuanto el comunismo es el más elevado objetivo del desarrollo humano y encarna las necesidades más altas del progreso socio histórico.

La moral comunista impulsa el crecimiento de relaciones justas, equilibradas, armoniosas entre la sociedad, el individuo y la naturaleza y las regula apoyándose en los principios humanísticos. Estos presuponen, por un lado, la mas extensa revelación de todas las formas de autogestión y autocontrol por parte de la persona expresadas en su cultura, tanto en la administración de los asuntos de la sociedad como en su propia conducta, y, por otro lado, se peculiarizan por grandes exigencias respecto al individuo y la naturaleza basadas en la disciplina conciente, la organización y la actitud honrada y una clara conciencia del sentido y fin de sus necesidades.

Las normas de la moral comunista propician el ascenso de la personalidad y el pleno florecimiento de su individualidad y el despliegue universal de sus capacidades y aptitudes para establecer una relación justa y comprensiva con la naturaleza, para transformar la sociedad y sus propias cualidades humanas.

“Los comunistas elevan su voz, la voz de su conciencia y de sus sueños, a la hoguera de cada día por simple deber amoroso”.

Pablo Neruda.

“Comunismo es sentido colectivo de libertad y de derechos humanos para todos, no solo para los que tienen recursos para pagárselos. Comunismo no es destruir nada que sea beneficioso de lo que ha sido creado por la inteligencia y el trabajo humano. Comunismo es contribuir a dar sentido a la vida, a la civilización, no solo un sentido material, necesario para que todas las gentes vivan en condiciones dignas, sino también un sentido de aventura colectiva fraterna, de sociedad de seres humanos”.

Comunismo contado con sencillez.

Francisco Frutos.

TRIGÉSIMO QUINTO: EL SENTIDO DE LA PATRIA Y EL INTERNACIONALISMO.

El patriotismo socialista y el internacionalismo son la combinación armónica de los intereses nacionales e internacionales, del amor a la patria, a su historia de liberación y a sus héroes, y a la atención militante y fraternal de solidaridad con los movimientos sociales de lucha por la emancipación de los pueblos, por su soberanía, independencia nacional, la defensa y/o consolidación de sus logros sociales, políticos, económicos y culturales.

Venezuela nació como patria internacionalista, con vocación histórica de patria grande como nos soñó nuestro gran padre, El libertador.

Una de las tareas importantes para los socialistas bolivarianos es la integración política, social y económica de nuestros pueblos, es el proyecto histórico de la Patria Grande que unifica como una sola voluntad los intereses y propósitos comunes a los pueblos del continente latinoamericano y caribeño.

TRIGÉSIMO SEXTO: EL PENSAMIENTO DIALÉCTICO.

Asumir con rigor y disciplina la adquisición de herramientas teórico metodológicas apropiada para abordar el conocimiento dinámico de la realidad en toda su complejidad para poder actuar convenientemente en ella.

En este sentido los socialistas disponemos de la metodología marxista y sus componentes fundamentales: el Materialismo Dialéctico, Materialismo Histórico y la Economía Política que con los avances científicos actuales constituyen los instrumentos mas idóneos para la comprensión del mundo en que vivimos y para actuar adecuadamente para transformarlo.

Vivimos como un sistema en un complejo de sistemas y para actuar eficazmente necesitamos métodos y técnicas de pensamiento apropiados, como la dialéctica materialista que trata de las leyes del movimiento y el cambio de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento en toda su complejidad.

Las hazañas de la humanidad han dejado muy por detrás el nivel general de su conciencia, que permanece atascada en su pasado bárbaro. Los nuevos descubrimientos dotan al género humano de inspiración y confianza en si mismo. Nos proporcionan una visión de nosotros mismos, de qué somos y de donde venimos, y quizás también hacia donde vamos.

Los socialistas somos optimistas por naturaleza. Nuestro optimismo se sustenta en la ciencia y la filosofía del materialismo dialéctico y en nuestra confianza en la clase obrera, el pueblo trabajador y el futuro socialista de la humanidad en su desarrollo hacia el comunismo.

Las primeras armas que necesita la revolución son las ideas, las ideas correctas, ideas científicas y revolucionarias que realmente correspondan a la situación actual y a las características de la lucha actual por el socialismo en todos los frentes.

Lo esencial del empeño en la formación política personal y la adquisición de un instrumental teórico-metodológico apropiado y eficiente es el desarrollo de una mas profunda compresión y conciencia de las complejidades, dinámicas, interdependencia de los factores, potencialidades y cambios en los procesos humanos y de la realidad en general; para poder así actuar convenientemente con éxito en el combate por la superación del capitalismo y por una sociedad socialista que se está verificando hoy en el mundo.

TIRGÉSIMO SEPTIMO: EL PARTIDO Y LA CONCIENCIA POLÍTICA, LA ORGANIZACIÓN Y LA DISCIPLINA.

La dirección política y la unidad de la dirección política es la cuestión fundamental de la Revolución Bolivariana en estos momentos.

La organización es la forma de mediación indispensable entre la teoría y la práctica. Donde la praxis fecunda a la teoría y la teoría guía la acción.

La organización de un partido revolucionario no puede desarrollarse orgánicamente sino a partir de una teoría de la revolución misma. Cuando la Revolución se ha convertido en asunto de la vida diaria, aparece en la conciencia del pueblo como imperiosa necesidad, la cuestión de la organización revolucionaria, y su cuerpo teórico correspondiente.

La lealtad al partido de la revolución y la motivación a la acción política es una manifestación de voluntad conciente de la necesidad de una acción organizada y eficiente con la finalidad de alcanzar los objetivos de la Revolución hacia el Socialismo. Objetivos que se visualizan concretamente en el proceso de lucha por la toma del poder del Estado burgués y su transformación en una institucionalidad pública colectiva, socialista como instrumento político mediante el cual se adelantan las tareas propias de la reorganización del proceso de producción, de la regulación conciente de las fuerzas productivas de la sociedad suprimiendo la propiedad privada de los medios de producción y pasándolos al control de los trabajadores.

La voluntad colectiva conciente es el Partido de la Revolución. Y, como todo momento de un proceso dialéctico, también esa voluntad contiene -aunque sea, por supuesto de manera embrionaria- las determinaciones propias de la meta que esta destinada a alcanzar: La Revolución y el Socialismo.

El lazo que une estos dos momentos, esto es, la teoría y la práctica, es la disciplina. Primero porque solo gracias a la disciplina es capaz el partido de convertirse en una activa voluntad colectiva, en un cuerpo cohesionado de voluntad de acción y no en un agregado de individuos, laxo e incapaz de actuar con eficiencia hacia una finalidad transformadora. Y, además, porque la disciplina significa precisamente, incluso para el individuo, el primer paso hacia la libertad hoy posible, y ese paso se encuentra en el sentido de la superación del presente.

Cobra sentido la militancia activa en el proceso de interacción orgánica, en primer término, junto a la entrega voluntaria y conciente, la vinculación del partido con el pueblo como colectivo y conciencia, y la expresión acertada de la dirección política, de ese sentimiento, voluntad y aspiraciones del pueblo. Estos tres aspectos del proceso no son separables. La separación de cualquiera de estos componentes conduce al sectarismo, a la visión parcial y empobrecida de las sectas. No hay ser y conciencia separadas.

El asunto de la militancia y la organización revolucionaria no es un tema de nuestra vida que se asume ni como un acto solo de razón ni como una decisión ético – formal de aceptación de la disciplina, sino como una manifestación conciente de necesidad y deseo, de convicción orgánica. El partido, en este sentido tiene que representar para cada uno y para el pueblo, la más alta posibilidad objetiva de la acción colectiva de transformación en el camino hacia el socialismo, hacia el comunismo.

TRIGÉSIMO OCTAVO: EL SECTARISMO.

El sectarismo es un grave mal que afecta peligrosamente la vida revolucionaria. Enfrentar el sectarismo mediante la autoformación personal, la crítica y la autocrítica, es la mejor manera de superarlo y erradicarlo de nuestro cuerpo social, y de nuestra practica política.

El sectarismo solo se supera mediante un esfuerzo profundo de comprensión de la realidad de la vida, la realidad y las tareas relativas a la transformación revolucionaria en toda su riqueza y complejidad.

El sectarismo es resultado de una visión y comprensión limitada y empobrecida de la realidad y de la condición humana. Es excluyente, divide, segrega, esquematiza, es parcial, torpe, limitado, empobrece la realidad, la vida, las relaciones, destruye posibilidades potenciales de relaciones fecundas en la existencia cotidiana.

El sectario es víctima y victimario a la vez de la degeneración, de la deformación ideológica de la realidad, entendiendo ideología en el sentido marxista: un conjunto de percepciones e ideas que en relación a una realidad, no la esclarece para transformarla sino que encubre y justifica lo que de ella ha construido en su imaginario; que permite a las personas decir una cosa y hacer otra, parecer distintos de lo que son.

El pensamiento sectario usa herramientas teóricas y metodológicas simplificadas al extremo, desarticuladas, que en alianza funesta con la burocracia, se convierte en armas rígidas y opresivas provocando daños a veces irreversibles en el movimiento revolucionario.

La palabra secta no es un simple calificativo, “tiene un sentido sociológico e histórico preciso: una secta es una agrupación, ó un individuo que actúa como tal, que erige como absoluto un solo lado, aspecto o fase del movimiento del que salió, hace de el la verdad de la doctrina, la verdad sin mas, le subordina todo lo restante y para mantener su “fidelidad” a ese aspecto, se separa radicalmente del mundo y vive a partir de entonces en “su mundo aparte”.

El sectarismo individual, cuando actúa con poder en los aparatos burocráticos puede actuar como víctima y victimario a la vez de la sumisión y el oportunismo.

A los sectarios, la invocación de la fraseología revolucionaria, les permite pensar y presentarse como otra cosa completamente diferente de lo que son en realidad: unos enterradores de la verdad y de la vitalidad del pensamiento revolucionario; unos agostadores de la lucha por la transformación de la sociedad, por la emancipación de la vida. Son unos depredadores ideológicos.

El sectarismo aísla y califica como extraño o enemigo todo lo que, o el que no se ajusta a la construcción estrecha que se ha hecho de la realidad. Acosa, persigue, acusa, manipula con el miedo, extorsiona, destruye. La acción del sectario con poder burocrático conduce al fascismo simplemente. Es profundamente reaccionario, antidemocrático, excluyente, no cree en la participación, desconfía de todo el mundo que no piense como el.

Para la salud del socialismo es necesario combatir sin tregua al sectarismo.

TIRGÉSIMO NOVENO: LA INTELIGENCIA CREADORA.

La inteligencia humana es una energía potencial que debemos desarrollar de distintas formas y en los diferentes ámbitos de nuestra existencia. Constituye un componente dinámico, generativo que en nuestro desempeño cotidiano nos faculta individual y colectivamente para ensanchar, enriquecer, intensificar el sentido de la vida socialista.

Si es una aptitud, una posibilidad y si el ser humano se asume como ser que se confiere dignidad; la inteligencia creadora es la energía orientada hacia su máxima realización la dignidad humana, la dignidad humana feliz, el más grandioso proyecto humano.

Para ello debemos crear un sujeto altamente socializado, un sujeto inteligente, que dirija su comportamiento y la construcción de la subjetividad hacia ese mejor mundo posible que es el: Socialismo.

CUATRIGESIMO: SOMOS SUJETOS DE DERECHOS.

Para concluir este material de trabajo citamos un texto de Juan Antonio Marina, del libro Ética para Náufragos cuyo contenido compartimos plenamente.

“La vida capaz de recibir, inventar y reconocer derechos ha de ser inteligente y libre, es decir, creadora. La especie humana instaura una novedad radical, al añadir a la legalidad natural que rige esa estampida de constelaciones que es el universo, la legalidad propiamente suya: los derechos”.

“La afirmación de un derecho implica el derecho a todo lo propuesto por él. No se puede pretender la flor sin querer la semilla. La inteligencia y la libertad no crecen en el vacío… son espléndidas construcciones reales que necesitan materiales sólidos: la convivencia, la información, los bienes materiales imprescindibles, una cierta estabilidad”.

“Ante la pregunta ¿Qué derechos? Creo que se puede responder: tres derechos constituyentes de los que se derivan todos los demás:

1. Derecho a la vida digna, la que implica la afirmación universal de la persona como poseedor de derechos.
2. Derecho a la vida inteligentemente libre, del miedo y libre de miseria.
3. Derecho a buscar la felicidad personal mediante la racionalidad poética, que incluye la fundamentación racional y el vuelo creador”.


Los comunistas elevan su voz,

La voz de su conciencia y de sus sueños,

A la hoguera de cada día

Por simple deber amoroso.

Copyleft 2002, Aporrea.org

domingo, 27 de julio de 2008

DISCURSO PRONUNCIADO POR SIMON ANTONIO RUIZ DE LA ROSA


LICENCIATURA EN EDUCACION MENCION AGROPECUARIA- PROMOCIÓN LISANDRO ALVARADO -UNIVERSIDAD SIMON RODRÍGUEZ- DISCURSO PRONUNCIADO POR EL LICDO SIMON RUIZ ANTE EL BUSTO DEL GENERAL JOSE FRANCISCO BERMÚDEZ. CARIACO, 25 DE JULIO DE 2008

Sea propicio el momento de tan memorable encuentro para volver la mirada hacia los valores de nuestro pasado histórico; que nos motiven para hacer posible ese futuro provisor que estamos construyendo para nuestros hijos y para nuestro pueblo. Bien vale la pena entonces, evocar la imagen de aquellos héroes que como José Francisco Bermúdez, nos legaron con su ejemplo de vida, valor y lealtad, una patria libre para sembrar esperanzas.

José Francisco Bermúdez o José Francisco Bermúdez Pueblo como solían llamar a este insigne prócer oriental, valiente entre los más valientes, fue uno de los caudillos orientales más aclamados por su pueblo, a quien decía continuamente representar. Antes de ir a la guerra; era un agricultor de esta zona, que un día de abril del año 1810 decidió abandonar la tranquilidad del campo, para tomar las banderas de la revolución y luchar contra las injusticias del sistema colonial.

Muchos lo describen como un hombre impetuoso, de extraordinario carácter, tan íntegro, que supo dejar de lado las diferencias que tenía con el libertador, de quien fue un severo crítico, para lograr la libertad de la Patria. La vida de hombres como Bermúdez nos sirva de guía para avanzar en nuestro desempeño futuro como personas y como profesionales. También, nos debe llamar a reflexión para interpretar y comprender la realidad de los nuevos tiempos, tiempos de cambios signados por una crisis que se evidencia en la multiplicidad de discursos que reflejan la angustia del hombre actual. Pero lo cierto es que ésta no es una crisis de Venezuela no, este es un proceso que se está generando a nivel mundial.

En esta crisis, mucho ha tenido que ver la idea de progreso como cura de todos los males, asociada al sueño de la cultura moderna, el consumismo y el consumido. El drama de nuestro tiempo es que hemos antepuesto los objetos, el individualismo y el mercado sobre las personas. Hoy, la humanidad reclama un nuevo destino que coloque al ser humano por encima de todo.

Venezuela nos reclama hoy más que nunca, ser constantes, leales y perseverantes como nuestros héroes, como Bolívar, Simón Rodríguez y Bermúdez, en nuestra lucha por un sistema social, económico y político que ofrezca a sus ciudadanos la mayor suma de felicidad posible. Necesitamos entonces, infundir en nuestras conciencias la importancia de los procederes éticos que, indistintamente de la religión o ideología política que profesemos, nos mantengan unidos y comprometidos en la búsqueda de lo verdadero y lo justo a través de una disposición constante a favor del diálogo, el entendimiento y la resolución de los conflictos generados por la convivencia.

Este acto en el cual disfrutamos la concreción de una meta trascendental en nuestra vida, es una muestra más de que la unión es clave para alcanzar los sueños. En él, se abrigan todas las esperanzas que vinieron con cada uno de nosotros cuando ingresamos a tan prestigiosa casa de estudios para hacernos profesionales. Y como vemos, sin el apoyo de la UNESER no hubiera sido posible.

Gracias profesores y profesoras por sus orientaciones, por esa mano cordial que siempre estrechó la nuestra y nos acompañó en esta experiencia maravillosa para que nos desarrolláramos personal y profesionalmente. Gracias por su paciencia, dedicación, por su ejemplo de constancia. Los alumnos de esta promoción nos llevamos de ustedes la mejor imagen, símbolo de la excelencia También vaya nuestra gratitud a nuestra familia, por confiar en nosotros y apoyarnos moralmente sin esperar nada a cambio. Gracias por estar siempre a nuestro lado, por permitir que hoy nuestra vida tenga un nuevo horizonte.

A ustedes compañeros, a título personal los felicito por formar parte de este gran equipo de profesionales que con una nueva visión transitará los caminos de la patria en busca del hombre nuevo que el país reclama para su transformación social, económica y cultural. La patria nos necesita íntegros, honestos, leales, solidarios, comprometidos con su cultura, sus problemas y con sus raíces. ..GRACIAS.