martes, 7 de diciembre de 2021

EL ELEGIDO: EL NIÑO DEL CERRO EL PLOMO

 

El sol no sabe de buenos, el sol no sabe de malos. El sol ilumina y calienta a todos por igual. Quien se encuentra a sí mismo es como el sol.” Proverbio japonés.

 



El grupo camina hacia la costa suroeste, constantemente bañada por el pacífico. El paisaje muestra una zona abrupta de temperatura y vegetación variada por la mezcla de inmensos y fértiles valles, elevadas montañas y selvas andinas. Durante tres días y tres noches avanzan hasta llegar al Cusco para asistir al Raymi o gran fiesta nacional del Sol, celebrada por el imperio Inca cada año, durante el solsticio de invierno. Todo el pueblo asistíe como invitado del Inca a la ceremonia de la Capacocha, ritual religioso del Tawantinsuyu para dar reconocimiento y gratitud al dios Sol. Era tradición que el Inca convocara a los ciudadanos de todo el imperio. Desde las cuatro provincias del Tawantinsuyu se enviaba hacia Cusco, la capital, niños, niñas y adolescentes tanto a la nobleza como gente común, elegidos para ser ofrendados. En estos rituales se practicaban ceremonias de dos tipos, unas que involucraban el ofrecimiento de objetos, y otras donde se contemplaba una ofrenda humana, sepultada con un rico ajuar como parte de la Capacocha.

Los elegidos eran separados de la comitiva por ser considerados seres sagrados y en tal sentido, recibían cuidados especiales. El resto de ellos, era enviado a las cuatro provincias del Imperio en caravanas y comprendían nobles, sacerdotes, familiares de los elegidos, guerreros y servidores. Los elegidos debían ser sanos, hermosos y sin defectos físicos, porque se consideraba que entregaban su energía y vitalidad al Inca, quien los recibía en la plaza principal y enviaba luego a un espacio de veneración o huaca, donde rendían honores a las imágenes sagradas deWiracocha, el Sol, la Luna y el Trueno. Solo podían recibir visitas del Inca y algunos servidores de éste. Al son de cantos en honor al Inca, se dirigía, hasta el lugar designado para este acontecimiento religioso. Durante el trayecto, recibían saludos de los pueblos vecinos, cuyos habitantes los agasajaban con alimentos, bebidas y regalos. Una vez que llegaban a la falda del cerro, subían al lugar del adoratorio, donde estaban enclavadas unas estructuras de piedras que daban razón del altar de los incas a lo largo de los Andes, para las ceremonias sagradas. Estos sitios eran previamente preparados y abastecidos con leña para las hogueras, pircas y la fosa donde se depositarían el cuerpo y los objetos ofrendados.

A finales de enero del año 1954, un pequeño grupo de buscadores de minas y tesoros subió hasta unas estructuras de piedra enclavadas en un sector llamado "Piedra Numerada", localizada en el cerro El Plomo, a 5.400 metros de altura en la cordillera, frente a Santiago de Chile. En sus excavaciones, se encontraron con dos figuras de camélidos, una de aleación de oro y plata y otra de concha de mullu, junto con otros objetos que formaban parte de una ofrenda ritual. Luego, se dieron a la tarea de extraer un bulto que se encontraba junto estos elementos. Al hurgar en el contenido del paquete, descubrieron el cuerpo de un niñito: El Elegido.

Según los estudios realizados, el elegido era un niño incásico de ocho años de edad, hermosamente ataviado. Estaba vestido con una camisa de lana oscura, adornos de piel de color blanco ribeteada con flecos de lana roja, manta cubría su espalda y mocasines de cuero, decorados con cinta de lana bordada. En su antebrazo derecho llevaba un ancho brazalete de plata laminada y su rostro pintado de rojo, con franjas ocres; el pelo arreglado con trenzas muy finas y ajustadas con un cintillo de lana de la que colgaba un adorno de plata en forma de H horizontal que cerraba bajo su barbilla. Estos adornos de la cabeza se completaban con un tocado de flecos de lana negra y un penacho de plumas de cóndor.

Para el momento de la ceremonia y antes de ser depositados en la fosa junto a los demás objetos ceremoniales, el elegido se encontraba adormecido por el cansancio, la altura y la ingesta de chicha o de alguna otra sustancia narcótica. Al concluir la ceremonia, fue colocado vivo en una cámara rectangular de 0.80 cm de profundidad, previamente excavada en el piso congelado con una estructura de piedra, que luego fue sellada con piedras laja. Junto al elegido se encontraba una ofrenda funeraria, compuesta por diferentes objetos ceremoniales: una figura antropomorfa de plata, de sexo femenino, vestida con prendas textiles y coronada con un tocado cefálico de plumas rojas y amarillas., una de aleación de oro y plata, conchas de mullu (Spondylus); una bolsa de lana recubierta con plumas de parina que contenía hojas de coca, un conjunto de bolsas pequeñas de cuero con recortes de cabello, de uñas y dientes temporales del Niño y hebras de lana roja.

Por su indumentaria y adornos, se estima que el niño provendría de alguna zona del Collasuyu, provincia sur del Tawantinsuyu, que abarcaba el altiplano peruano-boliviano, el noroeste argentino y parte de Chile. Según la creencia, los elegidos no morían, sino que se reunían con sus antepasados para velar, desde las altas cumbres, por las aldeas y provincias del Imperio. El cuerpo congelado del elegido es un testimonio de la antigua ceremonia de la Capacocha. Este hallazgo representa el primer descubrimiento de esta naturaleza realizado en el país y destaca en ella, la calidad de su conservación y la modalidad de su entierro. Actualmente se encuentra resguardado en el Museo Nacional de Historia Natural de Chile, dentro de una cámara especializada, con una humedad relativa entre 42% y 45% y a una temperatura fluctuante entre -2° y -4°C para garantizar su adecuado estado de conservación.

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